El Superclásico de Las Américas estaba programado para comenzar a las 22 pero debió retrasarse a causa de un incendio en el grupo electrónico que generó un apagón en la mitad de las luminarias del estadio. Los equipos estaban en el terreno de juego, habían pasado los himnos y cada cual se acomodaba al campo en su posición habitual cuando el problema ganó la escena.
Se veía, pero no lo suficiente. Principalmente Oscar Ustari se puso firme en la postura de que así no se podía comenzar, y todos estuvieron de acuerdo. No era partido para regalar nada, por más título de amistoso. El árbitro chileno Enrique Osses así lo entendió y decidió posponer el comienzo unos instantes.
Primero fueron 5 minutos, después diez; luego hizo silencio. Pasada media hora notificó que en cinco minutos tomaría una decisión, y fue enviar a los futbolistas de regreso a los vestuarios para esperar hasta las 23.
Metidos en los camarines del Estadio Centenario de Resistencia, en Chaco, jugadores, terna arbitral y dirigentes coincidieron en que no se podía empezar. La falla eléctrica y la falta de alternativas le dio forma a este verdadero papelón que frustró la realización del desquite por el Superclásico de las Américas.
En el juego de ida, hace dos semanas, los brasileños se impusieron 2-1 en el estadio Serra Dourada, en Goiania.