Lo que tiene Ramón es que se anima a disfrutar. Hoy le toca reír y ríe. Su expresión, que es la imagen de la socarronería, mezcla rara de fanfarrón con tipo lógico, es la de una persona que sabe gozar el momento.
Goza a los de Boca, lo molesta a Bianchi, increpa a los contra del periodismo. Los pone en fila y les planta cara. La picardía, la sobradita “es para ustedes”, y hace con el dedo como si enrollara el llavero. Por eso lo bancan los de River. Necesitan ese optimismo, esa sensación de que todo está bajo control, aunque cualquiera sabe que eso no es así. Le gana a Boca un partido que, consta a quienes lo vieron, pudo ser un lindo desastre de verano. Una tormenta de dos o tres a cero a la media hora. Las mesas que se vuelan, la arena en los ojos, las barajas revoloteando en el aire. Pero no. Cuando se levantó vientito, se metió en la carpa, dejó pasar un rato como quien espera turno en el truco del boliche y en cuanto amainó, se puso a jugar de nuevo y ligó los dos jokers. “Ustedes no saben nada de esto”, les dijo a los rivales y tiró el mazo mientras se iba al vestuario. Sabe que ligó bien, pero lo pone en la cuenta del saber. Los deja más calientes todavía. “La revancha, el verano que viene… Los espero”. Sonríe Ramón.