
La cola para el interurbano a Santa Fe mutó su clásica espera de estudiantes universitarios por faraones y piratas deseosos de cruzar el túnel y encontrarse con una cama. En la plaza 1° de Mayo, una Minnie esperaba el colectivo con su pollera a lunares y sus orejas de ratón, mientras un par de pilotos de aviación observaban a los que entraban a misa en la catedral. Quienes corren o caminan a esas horas por el apacible Parque Urquiza se encontraban con los que elegían el horizonte de islas para desayunar o pasar el rato, antes de la retirada definitiva. Cuatro cordobeses de La Falta disfrutaban la tranquilidad del río y le ponían ritmo de cumbia con un rayador, en espera de la hora de tomar el micro hacia la provincia mediterránea. “Piolaza la fiesta. Es la primera vez que venimos, y vamos a volver”, dijo uno de ellos. “Ibamos a quedarnos varios días, pero con el cambio de fecha se nos complicó. Llegamos ayer de mañana, al mediodía comimos dorado acá en el puerto y nos hicimos amigos de los mozos a quienes les dejamos nuestras mochilas. Ahora estamos haciendo tiempo hasta que abran para recuperarlas, y ya tenemos pasaje. Igual valió la pena la espera, hace una semana estaríamos mojados y bajo un cielo gris”, agregó su amigo, contemplando el Paraná, soñando con la próxima fiesta.
Recuperar energías
La mayoría de los puestos de comida y bebida que se montaron el sábado por la tarde estuvieron situados en la rotonda del Acceso Norte y Gobernador Maya. Allí se ofrecían tragos, cerveza, agua caliente, choripanes, sanguches, torta frita y churros. Hubo carpas, quienes estuvieron a la intemperie, y también los que aprovecharon las garitas de colectivos para cubrir el provisional negocio. Por la mañana, cualquier alimento era válido para desayunar, y varios puestos siguieron en pie hasta que la gente se terminó de alejar del predio. En la costanera, un grupo de Lucas Norte le entraba a los sanguches de jamón y queso. En la zona del centro, estaciones de servicio y panaderías cubrieron gran parte de la demanda matinal. Dos Batman compartían sus bizcochitos de parados; mientras que en la esquina de El Diario, unos payasos ingerían calorías en forma de facturas. Todos masticaban para recuperar energías.
Pablo Russo