La Plaza 1º de Mayo fue un teatro de preparativos varios: en el atrio de la Iglesia Catedral había equipos de sonido, técnicos y voluntarios montando el altar al aire libre para la celebración de la misa por el día de la patrona de Paraná, la Virgen del Rosario.
Enfrente, en el centro de la Plaza, había también operarios, pero poniendo a punto escenario, carpas y dispositivos varios que darán el marco propicio para que desde hoy y hasta el lunes, se desarrolle la III Feria del Libro de Paraná. Y por eso, los feligreses católicos debieron reacomodarse en los pocos espacios libres que quedaban, la calle Su Santidad Francisco, el mandapeatón, las escalinatas cubiertas de excrementos de aves, y escuchar la misa.
Antes, hubo una procesión nutrida, que recorrió las calles adyacentes a la Iglesia Catedral. En medio, marcharon fieles, seminaristas, religiosos, monjas, sacerdotes, el arzobispo Juan Alberto Puiggari, el cardenal Estanislao Karlic, y la imagen histórica de la Virgen del Rosario.
RELIQUIA. Paraná, la villa, creció al amparo de un templo católico. Y ese templo fue puesto desde siempre bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, con una imagen que llegó al Río de la Plata traída desde el Viejo Mundo por el conquistador Juan de Garay, con destino a un templo que se levantó en Santa Fe.
Los orígenes de la ciudad se remontan hacia 1730. Aquellos primeros habitantes eran atendidos espiritualmente por curas que llegaban desde Santa Fe. El más conocido fue el padre Miguel de Barcelona, que venía habitualmente a la Bajada, donde se había levantado una pequeña capilla dedicada a la Inmaculada Concepción.
Antes de que aquí se constituyeran autoridad civil alguna, hubo un templo, y un cura asignado. El 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, resuelve crear en jurisdicción de Santa Fe el Curato de los Arroyos (actual Rosario) y el de la otra banda del Río Paraná.
Por decreto del 25 de octubre de 1730 el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala, manda ejecutar lo decidido por el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires. Al frente del templo se puso al cura Francisco Arias Montiel. Pero recién tomó posesión del curato el 27 de mayo de 1731, aunque la entrega de los ornamentos, bajo recibo y de manos del presbítero Pedro Rodríguez, recién se produjo el 27 de agosto de ese año.
Entre lo que le fue puesto bajo su cuidado, estaba “la Santa Imagen vestida con un manto de nobleza, campo azul, guarnición de encaje blanco, volado angosto”. Santiago Moritan, en Paraná, su fundación y su evolución en 218 años, calcula que la imagen de la Virgen del Rosario que se venera hoy habría llegado a tierras americanas con los colonizadores españoles al mando de Juan de Garay en 1573, con lo cual esa reliquia tendría hoy 442 años.
EXhORTACIÓN. Ese origen recordó ayer el arzobispo de Paraná en la homilía que pronunció en el atrio de la Iglesia Catedral.
“Su presencia en una humilde capilla, en 1730, nuclea al primer grupo de pobladores en la llamada Baxada de Paraná. Así comienza la historia religiosa, política y social de nuestra ciudad. Por eso la reconocemos como nuestra madre, patrona y fundadora. El amor a la Virgen fue el lazo de unidad y factor de progreso para los primeros habitantes de la villa”, señaló.
Luego, habló de un “tiempo de renovación y conversión pastoral”, y planteó la necesidad de que la Iglesia Católica replantee su misión. Y dijo que “queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de nuestro pueblo”. Y más aún, pidió “una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación en este camino al Bicentenario”.
Puiggari pidió “una Iglesia comprometida con la vida, desde su concepción hasta la muerte natural. Con la cultura, con nuestros hermanos que sufren cualquier tipo de necesidad”.
Después, hizo una enfática defensa de la familia desde la concepción católica. “Hablar de la Madre nos lleva necesariamente a pensar en la vida y en la familia, dones maravillosos de Dios”, dijo. Y recordó que en Roma se celebra por estos días el Sínodo de la Familia.
“Debemos unirnos, entonces en la oración y en el desafío de multiplicar gestos, actitudes, acciones que manifiesten el compromiso ante la vida humana. El rostro humano que podemos percibir en el seno de una madre, nos piden acoger el don y cuidarlo. El rostro humano de cada niño y, en especial, de aquellos que son explotados, abandonados, sumidos en extrema pobreza, nos interpelan a acoger y cuidar el don. El rostro humano en los jóvenes que en la desesperación han llegado al alcohol o a la droga, que sufren la orfandad de adultos que los guíen y eduquen para descubrir el sentido de sus vidas nos interpelan a acoger y cuidar el don. El rostro humano de cada anciano y de cada enfermo; el rostro humano de cada hombre y cada mujer, en toda situación y en especial en aquellos contextos en que hacen peligrar su dignidad nos interpelan a acoger y cuidar el don maravilloso de la vida humana. No nos cansemos de predicar el Evangelio de la vida”, apuntó.
Fuente: El Diario