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El pedido de los católicos por paz, pan y trabajo

f_1502179849La siesta del lunes terminó temprano en el barrio San Roque. Los devotos partieron a las 15:30 desde la parroquia de la esquina de Eguiguren y Ayacucho, ocupando dos cuadras y transitandolas calles Los Constituyentes, Don Bosco, Suipacha y Gómez Del Río hasta Ayacucho, acompañando sus rezos desde los altoparlantes ubicados en el recorrido.

FERIA. Desde temprano estaban montados en esa última cuadra los puestos de objetos y comida, conformando esa mezcla especial de toda fiesta popular y religiosa: espigas de trigo a 30 pesos, o 2 por 50; agua caliente y torta frita; estatuillas de santos y vírgenes; garrapiñadas y copos de azúcar; vasos estampados; llaveros; velas; estampitas y globos de personajes de Disney. Desde las casitas que asoman en la barranca del arroyo hacia calle Constituyentes algunos vecinos ofrecían pasta flora, alfajores y tortas fritas.

PROCESIÓN. La procesión encabezada por la estatua del santo representativo de la paz, el pan y el trabajo para los católicos se desarrolló en la tarde de sol, saltando los charcos de agua de la lluvia del mediodía. Varones y mujeres de todas las edades caminaron pidiendo o agradeciendo, orando y cantando, con sus espigas y botellas de agua, portando algún hijo o alzando un perro. Al completar la ronda, se escucharon fuegos artificiales y los peregrinos que agitaban sus pañuelos fueron recibidos por el grupo de música en vivo que acompañó la misa.

MISA. La del lunes fue una homilía genérica, sin referencias a los conflictos laborales que se desataron en los últimos meses en la ciudad. El padre Silvio Fariña estuvo al frente de la misa central de la tarde, que sobre el final del encuentro excusó al arzobispo Juan Alberto Puiggari por su ausencia, quien viajó a Buenos Aires por la conferencia episcopal. Fariña leyó el Santo Evangelio según San Mateo, aquel fragmento en el cual Jesús alimentó a una gran muchedumbre con cinco panes y dos pescados. “Queridos hermanos, hemos estado peregrinando por las calles del barrio de esta ciudad manifestando nuestra devoción a San Cayetano. Una devoción que surge quizá con la necesidad, con el agradecimiento, a veces por angustia; pero devoción. Y ahora compartimos la palabra de Dios. El versículo del evangelio dice no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, enunció el padre. Se refirió a la palabra como semilla que puede producir frutos en nuestro corazón, ese pan distinto que alimenta otro hambre que también necesitamos saciar para no quedar incompletos. “Es una parte del evangelio muy llena de simbolismos. Por un lado todo empieza con la compasión de Jesús, que no la tuvo solamente hace 2 mil años, la sigue teniendo por todos nosotros.

Y está con nosotros, curándonos de otras enfermedades que no podemos curar nosotros: las enfermedades del espíritu, del alma, que a veces producen también enfermedades corporales. La corrupción, la inmoralidad, tantas cosas que también derivan a la larga en enfermedades corporales”, expuso Fariña, sin especificar en actos concretos. No se nombraron las problemáticas puntuales recientes, como los despedidos de un hotel, aquellos empleados que no cobran sus salarios en tiempo y forma, la amenaza de decenas de cesantías en la empresa que tiene un supermercado a metros de la parroquia, o el cierre de una estación de servicios en el día del santo del trabajo. Nada se dijo de la destrucción de puestos laborales a nivel nacional que elevó la tasa de desempleo a 9,2% según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de junio pasado, representando un alza de 1,6% respecto a la medición de fines de 2016.

CARENCIAS. San Cayetano se distinguía por las obras de caridad, sostuvo Fariña, “tratemos también nosotros de crecer como personas.

Estamos hechos para Dios y nuestra alma no descansará hasta que lleguemos a Dios, ahí apunta nuestra vida. Crecer espiritualmente es crecer en nuestra capacidad de amar, ese es el crecimiento que Dios quiere que tengamos. Aceptemos su palabra con un corazón bien dispuesto y no desoigamos los gestos de caridad que él nos pide, especialmente en estos tiempos de carencias. Y bueno, si las carencias las asumimos ayudándonos los unos a los otros el yugo se hace más suave y la carga más ligera. Pero si las asumimos divididos, enfrentados, o quizás también desinteresados por el otro, pensando solamente cada uno en su quintita, no vamos a llegar muy lejos. Una nación se hace grande no cuando tiene una economía intachable o un poder militar impresionante; una nación se hace realmente fuerte por la densidad moral de su pueblo”, sermoneó el padre. Entre la multitud pasaron los recaudadores de diezmo con sus sacos en la punta de los palos; luego la gente se dio la paz con un abrazo entre unos y otros, y las hostias salieron al encuentro de los presentes, indicadas por carteles amarillos con el círculo blanco. Llegó entonces el tiempo de la Oración por la Patria “en estos momentos importantes que está viviendo el país, ¿no cierto?”, indicó Fariña. Luego, la bendición de los objetos: el pan, el agua, las velas, los rosarios, “y tantas otras cosas que la fe imaginativa de ustedes han traído”; y la bendición de las manos “con las cuales trabajamos, expresamos nuestra amistad, con las cuales también manifestamos nuestra oración”. Finalmente, el rezo cantado de la oración a San Cayetano. “Buenísimo”, expresó Fariña con una sonrisa a modo de despedida, después de tres vivas al santo y antes de besar la mesa en la que ofició la eucaristía de esa tarde.

Fuente: El Diario