El brasileño Ayrton Senna da Silva, tricampeón de la Fórmula 1, y considerado por el mitíco argentino Juan Manuel Fangio como el «número uno» en la especialidad que ambos abrazaron con pasión y talento, murió en Italia el 1º de mayo de 1994, hace 25 años y se convirtió en leyenda.
Senna fue tan grande que Fangio, quíntuple monarca de la F1, respetó y admiró, y en un podio de 1993 en Brasil, con Senna ganador, fue el último día que se vieron los dos entrañables amigos.
Cuando Senna divisó a Fangio bajó unos escalones y, tras el abrazo, le dijo a Damon Hill, segundo, y Michael Schumacher, tercero: «Ninguno de nosotros puede estar por encima de usted». Y la réplica de Fangio fue: «Vos sos el número uno».
Senna iba en punta, y en la sexta vuelta su auto siguió de largo en Tamburello. Rebotó contra un paredón, dio un par de vueltas sobre su eje y quedó detenido. Y también los corazones de los fanáticos del automovilismo se paralizaron.
El terrible impacto, a más de 200 kilómetros por hora, dejó sin chances al tricampeón del mundo de salir con vida y, aunque muchos dijeron que Senna murió camino al hospital, dejó su vida en la «maldita» Tamburello.
Rápidamente se comprobó que un brazo de suspensión de su Williams F16 atravesó el casco de Senna, y eso fue letal para el brasileño, que fue llevado en helicóptero al hospital de Maggiore de Bolonia, pero el silencio de la multitud en Imola decía mucho más que mil palabras.
A esa edad, el pequeño Ayrton corrió una carrera en tierra, y también despuntaba su pasión con los carritos a «rulemanes». A los ocho años se animó a correrle a pilotos de 15 hasta 21 años, y a los 13 debutó oficialmente y ganó el campeonato paulista.
En el 77 ganó el campeonato sudamericano de kart en Uruguay y, en 1978 viajó a Europa contratado por la firma DAP, constructora de Kart, y ese año y en el 80, fue subcampeón del mundo en la especialidad.
Fue campeón inglés y europeo de la Fórmula Ford 2000 y, además, se alzó con la corona de la F3 británica, y en 1984 se produjo el debut en la Fórmula 1, en el equipo Toleman, y tuvo como compañero al ex motociclista venezolano Johnny Cecotto.
Senna fue superando rivales bajo la lluvia y achicando la diferencia con Prost, y tras superarlo en la vuelta 32, se detuvo la carrera con bandera roja, pero por reglamento se toma la vuelta anterior, la 31ra, y en esa el francés iba primero, y entró en historia grande de la F1.
Otra carrera épica de Senna fue en 1985 en Estoril, Portugal ya con Lotus, y bajo la un persistente precipitación y, sin haber probado los neumáticos para lluvia, hizo la pole, ganó de punta a punta y ese año finalizó cuarto en el campeonato.
También en Japón 88, año que ganó su primera corona con McLaren-Honda, se quedó parado en la partida y llegó decimocuarto a la primera curva, y en el giro 19 ya estaba segundo, y tras superar a Prost, cruzó la meta como vencedor.
Su última hazaña fue el Gran Premio de Europa de 1993, bajo la lluvia, y tras superar a Michael Schumacher y Karl Wendlinger por afuera, rebasó a los Williams de Damon Hill y Prost con una visibilidad casi nula, y fue su 38 victoria de las 41 que logró en la F1.
Senna ganó tres títulos con McLaren (1988, 1990 y 1991), triunfó en 41 grandes premios, subió 80 veces al podio, obtuvo 65 poles position, y alcanzó 19 récords de vueltas.
Con Prost protagonizó duelos encarnizados, con toques y despistes incluidos, y hubo declaraciones muy fuertes de ambas partes, pero el francés tomó una manija del féretro para depositar al mito en su última morada.
«Fue más que un piloto, si solo hubiera sido un piloto no se hubiera ganado el corazón de tantas personas en el mundo. Luchó mucho por conseguir lo que consiguió y no fue fácil. Las personas se identifican con eso, con esa batalla por conseguir sus objetivos», dice Bianca en una entrevista con Efe.
Cuando Ayrton ganó su primera corona mundial, en 1988, ella era una niña y reconoce que no seguía mucho las carreras de su tío, «sólo la salida porque sabía que iba a ganar».
La imagen que guarda de él dista mucho de la del piloto al límite que se veía sobre la pista: «Era muy diferente, muy cariñoso, muy bromista, muy amoroso y muy querido».
El 1 de mayo de 1994, Bianca estaba en casa de una amiga, comenzó a ver la carrera y cuando ocurrió el accidente se fue directa para casa «para ver lo que estaba pasando y ahí fue cuando se confirmó» su fallecimiento.
O Estado de Sao Paulo fue más incisivo: «Muerte de Senna sacude el país y causa indignación con seguridad en F1».
Pero la muerte de Senna también unió a un país en torno a su figura. En el fútbol, las irreconciliables aficiones del Flamengo y Vasco da Gama se hermanaron ese domingo en el Maracaná de Río de Janeiro para cantar juntos «¡Olé, olé, olé, olá, Senna, Senna!».
El Gobierno del entonces presidente Itamar Franco (1992-1994) decretó tres días de luto, mientras algunos de sus ministros, sociólogos y periodistas trataban de explicar el «vacío social» que dejaba Senna.
El día después fue un gran velatorio en todo Brasil. Banderas negras colgaban en las ventanas, el silencio era reinante y aficionados se congregaban frente a la casa de la familia de Senna, en Sao Paulo.
Sus restos mortales llegaron el miércoles siguiente al aeropuerto de Guarulhos envuelto en una bandera de Brasil, fueron recibidos con honores militares dignos de un jefe de Estado, y velados en la Asamblea Legislativa de Sao Paulo.
En silencio, más de un millón personas se despidieron del último héroe nacional formando una caravana histórica que retrasó durante dos horas el funeral, al que no faltaron grandes iconos como el francés Alain Prost, el inglés Nigel Mansell y el alemán Michael Schumacher, tres de sus máximos rivales en la pista.
Una de las pancartas más repetidas ese día fue: «Senna está vivo». Un cuarto de siglo después su mensaje y su legado continúan inspirando a un país que no olvida a su leyenda y se lo recuerda en calles y monumentos.