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Abusos en el Seminario. Victimas buscan resarcimiento económico

El caso de los abusos de menores en el Seminario de Paraná, hechos ocurridos entre los años 1984 y 1992 y que se atribuyen al cura Justo José Ilarraz, podría derivar en breve en la apertura de una segunda causa judicial, distinta de la que se tramita en el fuero penal, a cargo del juez de Instrucción Alejandro Grippo.

Uno de los abogados querellantes ya anticipó la decisión de las víctimas de llegar al fuero civil y tramitar una causa por indemnización de daños y perjuicios, y reclamar un resarcimiento económico por la severa afectación por los casos reiterados de abusos en chicos que, cuando ocurrieron los hechos, tenían alrededor de 15 años.

“Las víctimas van a pedir la reparación económica, conforme lo que ha dispuesto el Vaticano para este tipo de casos, y que es de entre 200.000 y 300.000 euros. Nosotros lo vamos a pedir. En los próximos días van a empezar a trabajar en ese sentido. Y no queremos que el dinero salga de la diócesis, sino que corresponde que esto salga del Vaticano”, dijo a EL DIARIO el abogado Milton Urrutia, uno de los querellantes.

 

La sanción. La Justicia está investigando esos abusos a partir del empuje de las propias víctimas, que durante dos décadas batallaron en la Curia en procura de conseguir, primero, que Ilarraz fuera apartado de la función sacerdotal, y después que se lo denunciara penalmente. Pero la Iglesia sólo llevó adelante una investigación diocesana, en 1995, que concluyó en una insólita medida: le prohibieron a Ilarraz pisar Paraná, y le dejaron la puerta abierta para que siguiera siendo cura en otra diócesis.

Mientras nada de eso se había ventilado, Ilarraz ocupó puestos clave. Después de que se ordenó sacerdote, en 1982, fue mano derecha del entonces arzobispo Estanislao Karlic, y después de un breve destino pastoral en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, en 1984 desembarcó en el Seminario, como responsable de los dos primeros años del secundario orientado al sacerdocio que funciona allí. Fue prefecto de disciplina, y desde ese lugar cometió los abusos que ahora se le atribuyen.

El 5 de julio de 1995, Karlic ordenó una investigación a partir del relato de una víctima, que primero acude a su bedel –estudiantes avanzados del Seminario que eran responsables de los menores–, que ahora es un sacerdote de la diócesis, y éste lo pone en contacto con el director espiritual, el actual arzobispo Juan Alberto Puiggari. Sólo después Puiggari se entrevista con Karlic.

Entonces, Karlic dispone “la realización de una investigación cautelosa” sobre Ilarraz a partir de las sospechas de que hubiese cometido “delitos graves” mientras integró el equipo de superiores del Seminario Arquidiocesano, según la documentación que la Curia aportó al juez Grippo. Acabada la investigación, Karlic firmó el 18 de diciembre de 1996 un decreto sin numerar por el que le prohibió al cura “venir y permanecer en el territorio de la Arquidiócesis de Paraná, así como tener comunicación de cualquier tipo con los seminaristas”.

 

El reclamo. De igual modo, la causa que lleva adelante Grippo, caratulada “Ilarraz Justo José s/Promoción a la corrupción agravada”, no podría ser la única, sino que se sumaría un expediente en el fuero civil.

Claro que antes, dijo el abogado Urrutia, irán a una mediación prejudicial, aunque cree que finalmente eso desembocará en una demanda ante los Tribunales. “La idea nuestra no es demandar a Ilarraz, sino al Arzobispado, como responsable del Seminario, que es donde sucedieron los abusos. Y vamos a pedir un resarcimiento económico similar al que está manejando Benedicto XVI para este tipo de causas de abuso”, sostuvo.

La reparación económica no es un dato nuevo en esta historia. Ya habría sido esbozada en un encuentro que se realizó en la Curia el 23 de julio, y del cual habría participado una de las víctimas, el arzobispo Puiggari, y el abogado de la Iglesia, Mario Martínez. De acuerdo a lo que relató una fuente cercana a la causa, en aquella oportunidad las autoridades eclesiásticas habrían esbozado la posibilidad de abonar una indemnización, y entonces se habría barajado una cifra de $ 500.000.

Aunque los sondeos vienen de antes, como también viene de un tiempo lejano el reclamo por el esclarecimiento de los hechos de abuso que tuvieron lugar en el Seminario tres décadas atrás. En marzo de este año una de las víctimas que ya se presentó como denunciante en la Justicia habría planteado el tema a Puiggari: el pedido entonces habría sido de una cifra próxima a los $20.000. “Es evidente que has perdido la fe”, dicen que habría sido la respuesta que entonces le dio el arzobispo.

La historia de las compensaciones económicas tendría otro ribete: la fuente contó, además, que Ilarraz habría enviado un mensaje a través de un vocero, con la proposición de abonar una indemnización económica a una de las víctimas.

Aunque la querella que encabeza Urrutia está dispuesta a ir no contra el cura –suspendido desde el 7 de septiembre en el ejercicio del ministerio– sino contra la Curia paranaense.

 

 

 

Un testimonio revelador

 

La Justicia ya cuenta con la cuarta denuncia por abuso contra el cura Justo José Ilarraz, prefecto de disciplina en el Seminario Menor entre los años 1984 y 1992.

El nuevo testimonio sumó datos, información y agregó nuevas aristas al caso que ahora investiga el juez de Instrucción Alejandro Grippo a partir de una presentación hecha por el procurador general Jorge García.

La víctima, que viajó especialmente desde Chile, adonde reside con su familia, estuvo durante cuatro horas ante el juez Grippo, y dio detalles de cómo fueron los abusos del padre Ilarraz.

“Lo interesante es que en este caso ya no estamos hablando de la misma promoción, sino que es de otra promoción. Es tres años más chico que las otras víctimas que ya declararon”, contó una fuente judicial.

–¿Qué fue lo que contó? –preguntó EL DIARIO–.

–En general, contó más o menos lo mismo que el resto de las víctimas. Aunque en su caso fue un poco más grave el abuso, aunque no hubo acceso carnal. Fue un abuso más reiterado que en los otros casos, se dio en distintas oportunidades. Esa situación le dejó una secuela muy grave, al punto que generó en esta persona un resentimiento muy grande hacia la Iglesia. Y una carga en su vida personal, porque tuvo problemas psicológicos durante años.