Los nombres y esa distribución en el campo de juego con la que Alejandro Sabella planteó el último amistoso del año del seleccionado argentino supone que la aventura de jugar un Mundial y en Brasil puede tener –y ofrecer– estas estrategias para encarar partidos con rivales que son potencia. En una prueba, y ante un equipo de menor jerarquía, el entrenador optó por ensayar otra vez con un sistema de juego que, alguna vez, pensó para jugar contra Venezuela como visitante y que significó la primera derrota de la historia ante la Vinotinto. Cinco en el fondo, tres en el medio y dos de puntas para rodar una idea que, evidentemente, convence al entrenador como alternativa válida –según su concepto de fútbol– para tomar más recaudos que audacias en un plantel en el que, por ejemplo, juegan Sergio Agüero –figura del Manchester City– y Ángel Di María –titular del Real Madrid–. Sin Lionel Messi ni Gonzalo Higuaín –tal vez como un argumento sólido para apelar a esa intención– Sabella se aferró a ese esquema que tanto lo seduce.
Un resultado ante Bosnia difícilmente modifique los planes y el pensamiento que un técnico tiene a siete meses y monedas de Brasil 2014. Que el Kun haya puesto en ventaja al equipo, luego de un choque entre Rodrigo Palacio y el arquero bosnio, no altera demasiado –o no debiera– cambiar la observación y las conclusiones en 90 minutos que apenas son una prueba. Y en esa puesta en escena, una vez más aquellos desarreglos defensivos fueron el tema en cuestión. De una chance clara de gol que Agüero tuvo a los seis minutos del partido, Argentina pasó por las turbulencias de siempre y en apenas cuatro minutos, Bosnia generó tres situaciones de gol como para ponerse en ventaja en el primer tiempo a través de Edin Dzeko, Vedad Ibisevic y Miralem Pjanic. Eso, sumado a un cabezazo de Nicolás Otamendi que de no ser por la altura de Sergio Romero hubiera terminado en gol en contra.
Pablo Zabaleta, Federico Fernández, Nicolás Otamendi, José María Basanta y Marcos Rojo. Todo eso, para contener a Bosnia y ajustar detalles en esa defensa que tantos problemas arrastra y en la que Sabella debe trabajar para achicar el margen de error. A juzgar por el rendimiento y por los desacoples, tampoco ha sido una prueba que le permita a Sabella visualizar soluciones y reparar en parches para lo que vendrá. Sobre todo porque, se sabe, cuando Lionel Messi está en condiciones de jugar el equipo difícilmente juegue con ese sistema. Lo ha dicho el capitán del seleccionado, que le gusta jugar con otros dos puntas, y eso implica que la formación no contemple dejos de conservador que se manifiestan, casualmente, cada vez que el de Barcelona no juega.
Pero Argentina tiene en su plantel al Kun, y eso también es determinante, más allá de sistemas y de pizarrones. Porque desde lo individual, el hombre surgido en Independiente es capaz de torcer cualquier historia con su talento. A ese gol del primer tiempo, con el que el equipo se fue al descanso con el 1 a 0, Agüero le agregó un golazo como para que su estadía en Estados Unidos no sea en vano. Un rato después de un incidente en el que reaccionó con una patada a un planchazo del rival, clavó un zurdazo divino para el segundo gol de Argentina. Quemó, con esa definición, cualquier tipo de papeles y de estrategias y dejó en segundo plano la esencia del plan original con el que Sabella planteó este último amistoso de 2013.
Si la apuesta era ganar, para levantar las copas a fin de año y soñar desde los resultados acumulados con la Copa del Mundo, a Sabella le salió bien, porque se trajo un empate sin goles ante Ecuador y un triunfo ante Bosnia. Si la intención era ensayar alternativas defensivas para cuando jueguen Messi y Fernando Gago, habrá que ver cuáles son los puntos donde se analice esa historia. El 5 de marzo contra Rumania el equipo volverá a jugar, en uno de los últimos amistosos antes de ir a jugarse la patriada en Brasil. Esa que tiene una relación de dependencia con futbolistas que resuelven más allá de los sistemas. Como Messi, como Higuaín y como lo hizo Agüero en Saint Louis.