Las cuevas financieras, dedicadas a prestar dinero en montos limitados pero en forma totalmente informal, siempre existieron en las grandes ciudades, sobre todo en Buenos Aires. Y en los últimos años han mutado en un perfil más amigable, con una imagen pública más fuerte y negocios a la calle, pero con la misma práctica usurera. Si bien en el Banco Central (BCRA) sólo existe un registro y un control sobre las entidades financieras que prestan con dinero de terceros, existe paralelamente un conjunto de empresas que apuntan a un público que no cumple con los requisitos para acceder a un préstamo bancario, como los jubilados, empleados informales, jóvenes, monotributistas o morosos que, luego del colapso de 2001, entraron en listas de deudores que los transforman en seudo-parias para operar en el sistema financiero argentino. Según un relevamiento del matutino Tiempo Argentino, estas firmas, que suelen ofrecer créditos con requisitos mínimos de entre $ 1000 y $ 50 mil, otorgan hasta 120 cuotas y facilidades pero a un costo altísimo: quienes toman estos créditos pueden llegar a devolver en un año hasta entre un 70% y un 100% del monto que pidieron, sin contar costos y gastos administrativos extra.
