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Empieza la fiesta del fútbol mundial

Un dúo de croatas forzudos atraviesa con pecho inflado una de las calles que llevan al Itaquerao. Otro grupito salta desaforado frente a una cámara. Hacen ruido rodeados de camisetas de otros colores aunque, como paradoja, no hay ninguna brasileña. Les toca ser más que visitantes: les toca ser partenaires. Es el destino de Croacia para la apertura de Brasil 2014 frente a la Selección local, esta tarde en San Pablo, lo que marcará el regreso del Mundial a Sudamérica después de 36 años. Y también será el punto de partida para la revancha brasileña, el desquite del Maracanazo, aunque no con una final ante Uruguay: son muchos los que esperan que sea contra Argentina.
Mientras los croatas saltan, los obreros ajustan detalles en una de las tribunas del Itaquerao. Es la imagen de una Copa del Mundo que llega con lo justo, casi con la lengua afuera. Aunque la FIFA imponga fechas de entrega de los estadios, y el 31 de diciembre pasado haya vencido el plazo, aquí se han estirado todos los límites. Brasil le dio las llaves del Itaquerao al organismo que conduce Joseph Blatter el 21 de mayo. Desde entonces sacaron ocho toneladas de papel. Aún falta sacar otras seis toneladas. El lunes llegaron mesas, sillas y televisores para el VIP. Hasta ayer continuaba la colocación de ese mobiliario.
San Pablo, que en estos días permanece gris y con lloviznas, construyó un estadio nuevo para convertirse en una de las sedes del Mundial. Parece un absurdo para una ciudad que tiene a algunos de los equipos más importantes del país, como Corinthians, Palmeiras y San Pablo. El Pacaembú fue el que se utilizó para el Mundial de 1950. Pero esta vez Andrés Sánchez, presidente de Corinthians, acordó con Lula levantar para su club un estadio que hasta ahora no tenía. Lula es hincha del Corinthians. Se gastaron 352 millones de dólares. El chiste de los fanáticos del Palmeiras es que Corinthians no sabe ser local: hasta ahora, nunca pudo ganar en los test que se hicieron para probar la cancha antes del inicio del Mundial. Empató con Palmeiras y con Botafogo, otro de los equipos paulistas.
El Itaquerao se llama así porque está en Itaquera, un barrio pobre y marginado de la zona este de San Pablo. Acaso por eso algunos hinchas de Corinthians prefieren que al estadio se lo identifique con otro nombre más presumido: Arena Corinthians. Pero aquí nadie lo llama así. Es Itaquerao, el terreno donde Brasil iniciará el desafío de sacarse de encima los fantasmas del Maracanazo.
En eso piensa el futbolero brasileño. Más allá de las protestas, que tienen en vilo a la organización, más allá de los gritos contra la FIFA, que ayer anunció un aumento de sus reservas, está el juego. Es cierto que son cada vez menos los brasileños que apoyan este desembarco de la Copa. Pero en cualquier bar lo que empieza con críticas a Dilma Rousseff deriva en imaginarse una final con Argentina. Por supuesto, para ganarla. Pero también está, en un discurso más ligado a la clase media y también a sectores de derecha, quienes desean lo peor para la Selección con tal de que ese tropiezo se lleve puesto al gobierno de Dilma.
La presidenta brasileña, que el 5 de octubre irá por su reelección, no dirá palabra en la inauguración de esta tarde. No quiere que se repitan los silbidos que se escucharon en la Copa de las Confederaciones, que terminó llamándose la Copa de las Manifestaciones. Aunque hasta ayer se mantenía una tregua con los trabajadores del metro después de cinco días de paro, el conflicto todavía amenaza al Mundial. Si llegaran a volver a la huelga, el gobierno, que ya ha usado la fuerza policial para reprimir, pretende privilegiar la línea que lleva al Itaquerao, donde además para hoy se esperan otras manifestaciones de movimientos sociales (ver página 8).
Con las elecciones a la vuelta del Mundial, será clave lo que suceda con la Selección que tiene a Neymar como su máxima figura. Ahí se jugará buena parte del ánimo brasileño. Y también de las chances de reelección del PT. El primer paso será esta tarde en San Pablo. Croacia pretende ser el cuco de esta historia.