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En una noche histórica, Atlético de Rafaela goleó a Boca en La Bombonera

Boca sufre el síndrome de la mandíbula de cristal, una afección psicológica compleja de superar. A veces juega mal pero cuando tiene raptos de buen fútbol como en el primer tiempo frente a Atlético de Rafaela, un error, un gol en contra destruye las incipientes certezas que había empezado a construir.
La fatalidad en el tiro libre de Mauricio Gómez, tras una mano amateur de Daniel Díaz, desconcertó a un Xeneize que había encontrado buenas sensaciones a través de la pequeña sociedad que habían conformado entre Federico Carrizo y Gonzalo Castellani. Pero el revés del gol desató la hecatombe.
Conmovido, Boca cayó en un pozo del que nunca salió. Amagó a revivir con el ingreso de Andrés Chávez pero Conde siguió vistiéndose de héroe en una noche que lo tendrá como baluarte máximo: fue clave en momentos puntuales para mantener el cero en el arco propio.
Boca cayó y el colmo fue ese gol de Pol Fernández, un símbolo de que todo lo que le puede salir mal le va a salir mal. Mientras tanto, las tribunas vivían una batalla dialéctica entre la barra y los hinchas, que defendían a los jugadores y al cuerpo técnico.