Colosal lo de Boca. Por el pase a cuartos y porque ahora se le viene Newell’s. Porque jugó un muy buen primer tiempo, con la ayuda del árbitro Amarilla que no le dio un penal en contra y anuló mal un gol de Corinthians. Porque supo aguantar el vendaval que se venía después del empate tempranero en el segundo tiempo. Porque por momento se vio ese equipo firme de Copa, ordenado, sin desesperarse, manejando los tiempos del partido. Porque sacó de la Copa nada menos que al último campeón, al que después se consagró en el Mundial de Clubes, al que le ganó la final de la anterior edición. Porque volvió Riquelme y en la hora de juego se hizo notar, mostró su oficio y su calidad con un golazo de otros tiempos. Fue es 1-0, justamente, el que le dio toda la tranquilidad del mundo para afrontar la serie. Y para terminar cantando en el Pacaembú, ese estadio al que sufrió el año pasado.
Este Boca que sufre en el torneo eliminó a uno de los cucos de la Libertadores, al que se reforzó con figuras como Paolo Guerrero, al que no había recibido goles como local. Apostó a enfriar el partido cuando pudo, en el primer tiiempo, y en el segundo aguantó como pudo con un orion enchufado y un Pato que, increíble, le perdonó la vida cuando erró un gol solito a 15 del final. Con el 4-4-1, Riquelme jugó liberado y presionó lo que le dio el cuerpo (no jugaba desde hace 24 días) y el medio se dedicó a correr. Claro que más allá de que le sobró un gol, no todo fue color de rosa en los 90 minutos. Porque el segundo tiempo lo parió con tantos centros desde las puntas, obligando a una concentración a full de los centrales, muy firmes.
Muy meritorio lo de este Boca, que venía a los tumbos. Bajó a un poderoso Corinthians y ahora juega con Newell’s, el gran equipo de Martino. Bianchi planteó un partido en cámara lenta y terminó defendiendo con todo lo que tenía, con Viatri arriba y adentro Bravo y el pibe Zárate, metiendo en todo en cada bocha y desgastando a un rival ya rendido. Se puede mejorar, seguro, pero éste, sí, es el Coloso Boca.