Exactamente ayer a las 16, el cura Justo José Ilarraz, en medio de un inusual operativo de seguridad montado por la Policía llegó a Tribunales. Bajó de un Fiat Línea gris, rodeado por uno de sus hermanos, Miguel, y sus abogados, Juan Ángel Fornerón y Jorge Muñoz, e ingresó, raudo, por la puerta principal. Era la segunda vez que Ilarraz pisaba ese lugar, pero la primera en que debía atravesar una guardia periodística.
El 6 del actual ya había viajado desde Tucumán, adonde reside, para someterse a una pericia ordenada por la jueza Susana María Paola Firpo que, finalmente, no se concretó: el cura pidió posponer el trámite hasta después de la indagatoria. Esa vez pasó de incógnito: se cambió el lugar de la pericia, y el cura ingresó por un lugar reservado para magistrados evitando los medios que lo esperaban.
Ayer, estuvo por segunda vez citado a indagatoria por Firpo, y no pudo pasar inadvertido. El cura llegó a la ciudad para cumplir con una citación de la magistrada en el marco de la causa “Ilarraz Justo José s/Promoción a la corrupción agravada” en la que se investigan abusos cometidos por el cura contra menores que cursaban la secundaria como pupilos en el Seminario Arquidiocesano de Paraná entre 1985 y 1993. En ese tiempo, Ilarraz fue prefecto de disciplina y director espiritual de varias de las víctimas a las que después abusó.
Cabizbajo, sin pronunciar palabra, y cercado por familiares y abogados para mantenerlo distante de la prensa, Ilarraz, pantalón claro, camisa y saco oscuros, pelo canoso, fue la contracara de aquel otro sacerdote que describían quienes lo conocieron de cerca. El Gallego, en los tiempos en que fue cura en Paraná, desde 1984, cuando se ordenó, hasta 1996, cuando el exarzobispo Estanislao Karlic lo condenó al destierro al hallarlo culpable de abusar de menores en el Seminario, siempre se había mostrado como alguien extrovertido y expansivo.
Ayer, fue otra cosa: una persona abatida y temerosa. Luego de estar durante casi dos horas en el despacho de la jueza Firpo, pidió que los periodistas se alejaran de la puerta del Juzgado de Transición Nº 2 para poder salir, otra vez, rodeado por los suyos, sin decir ni una palabra.
Cuando llegó a Tribunales a media tarde rápidamente fue introducido al gabinete del equipo médico forense, donde fue sometido a una revisión médica de rutina. Los periodistas también aguardaron allí en la puerta custodiada por la policía, pero el sacerdote eludió esa guardia. Salió por una puerta contigua, siguió el pasillo que da al ingreso por calle Córdoba, y apuró el paso para ingresar al despacho de la jueza Firpo.
Tampoco esta vez dijo palabra, como no lo dijo cuando salió, casi dos horas después de cumplir con el trámite de la indagatoria, en el que prefirió no declarar. Era lo que se esperaba: que Ilarraz no declare, que se abstenga, quizá especulando con una resolución en torno al planteo de prescripción de la causa.
Aunque técnicamente declaró igual: dijo que “no iba a declarar por consejo” de sus abogados, pero también se refirió a la causa penal en su contra que tramita la jueza Firpo y dijo que “las denuncias son falsas”.
No siguió hablando, porque fue advertido de que sus palabras podían ser tomadas como una declaración. Y se llamó a silencio, cabizbajo, otra vez, el gesto duro, la incomodad en la mirada.
Denuncias. Ilarraz carga con una causa penal en su contra que se abrió en septiembre de 2012 por impulso del procurador General de la Provincia, Jorge Amílcar García, y en la que han testimoniado siete víctimas, que lo acusan de haber abusado de ellos cuando eran adolescentes, permanecían como pupilos en el Seminario y estaban al cuidado del sacerdote.
La Iglesia supo antes de esos hechos, y por eso en 1995 el ex arzobispo Estanislao Karlic ordenó que se abriera una investigación, al frente de la cual puso al sacerdote Silvio Fariña Vaccarezza. La indagación, que recogió el testimonio de víctimas y testigos y que se hizo en secreto, concluyó en diciembre de 1996 con una sanción: a Ilarraz se lo expulsó de la diócesis y se le prohibió volver a Paraná.
El sacerdote Fariña declaró como testigo en la causa Ilarraz y contó que Karlic viajó luego a Roma, se reunió con el cura acusado de abusos, escuchó su pedido de perdón y su arrepentimiento. Pero Karlic no abrió un juicio diocesano, no le dio intervención al Tribunal Eclesiástico ni apartó a Ilarraz del ejercicio del sacerdocio. Sólo se limitó a girar las actuaciones a Roma.
Antes, en 1993, Karlic había autorizado a Ilarraz a viajar a Roma para cursar una licenciatura en Misionología, y a su vuelta el cura se fue a radicar en Tucumán, adonde estuvo, hasta septiembre de 2012, cuando fue suspendido como cura, como párroco del Sagrado Corazón, de la localidad de Monteros. Ayer, cuando la jueza quiso saber cuál era su condición, Ilarraz no lo dudó. “Soy sacerdote”, dijo.
Sin palabras. Estoico, Ilarraz atravesó el trámite judicial con rostro adusto, con algo de incomodidad. Se preocupó sobremanera en asearse luego de que le entintaran los dedos para el trámite de registro de sus huellas dactilares. Estuvo largo rato limpiándose las manos, eliminando cualquier resto de tinta. En eso se lo vio muy meticuloso.
Uno de sus letrados, Juan Ángel Fornerón, explicó porqué se abstuvo de declarar: “Nosotros entendemos que está pendiente de resolución la vida misma de la acción penal en manos del Superior Tribunal de Justicia”, en clara alusión al recurso extraordinario que debe resolver la Sala Penal el próximo lunes contra el fallo de la Cámara de Casación que rechazó el planteo de prescripción de los delitos que se le imputan a Ilarraz.
Fornerón dejó abierta la posibilidad de que esa tesitura, la de no declarar, pueda cambiar en el futuro. En el momento “en que lo consideremos oportuno, vamos a pedir la ampliación de la declaración indagatoria”, apuntó. Y aseguró que “estamos convencidos de que la acción penal está prescripta, estamos convencidos que si no es el Superior Tribunal de Justicia, será la Corte Suprema la que va a resolver”, especuló.
El querellante Marcos Rodríguez Allende entendió que la actitud de Ilarraz fue parte de la estrategia de la defensa. “No quiso dar ningún tipo de detalle respecto de los hechos imputados, que son muchos. Lo único que dijo fue que se declaraba inocente. Y que lamentaba profundamente esto”, amplió.
Ahora, la jueza tendrá diez días hábiles para resolver la situación procesal de Ilarraz, entre tres alternativas: a) dictar el sobreseimiento, y que se lo declare inocente; b) que se le dicte el auto de procesamiento, de responsabilidad provisoria de los hechos que se le imputan, y que se abra el camino hacia el juicio oral; y, c) que se dicte la falta de mérito, en el caso de que la magistrada no encuentre elementos para procesarlo o sobreseerlo.
En medio, se espera el pronunciamiento del STJ sobre el planteo de prescripción, que deberá conocerse el lunes.
Cuando acabó el trámite judicial, Ilarraz se subió con prisa al auto que lo aguardaba en la puerta de Tribunales, sin siquiera caminar los pasos necesarios hasta la calle, y escuchó, nítido, una serie de improperios que lanzó un grupo de mujeres del colectivo Pan y Rosas que lo aguardaba para hacerle un escrache. Pareció no escuchar nada, ni incomodarse por nada.
Por qué no quedó detenido
La jueza Susana Firpo encabezó una rueda de prensa al término del trámite de la indagatoria en la que explicó, entre otras cosas, por qué resolvió no encarcelar al sacerdote. “Decidí mantener el estado de libertad en que se encuentra porque él no ha sido contumaz, se ha presentado cuando fue requerido, no hay riesgo procesal porque no hubo ningún entorpecimiento en la investigación. No se dan las causales de riesgo procesal”, explicó. En mérito a esos elementos, la magistrada dijo que dispuso mantener la libertad de Ilarraz, y en cambio, “mantener la restricción de salida del país, ya dispuesta oportunamente” por el anterior juez de la causa, Alejandro Grippo. Dijo que en la tramitación de la causa, se han concretado una serie de pruebas y se ha recepcionado, desde febrero a la fecha, 38 testimoniales. “Faltan medidas de pruebas, pero no todas se tienen que producir en esta instancia. Lo saludable es que se produzcan en el debate oral”, aseveró. “Yo no voy a disponer de oficio ninguna prueba”, aclaró. Respecto de la definición de la situación procesal de Ilarraz, dijo: “Voy a comenzar a evaluar después de la indagatoria, voy a tomarme un tiempo. Yo respeto los plazos procesales”. Respecto de la pericia que debió realizarse el 6 del actual y fue aplazada a pedido de Ilarraz, dijo que no hay fecha y que podría no realizarse. “De no haber un planteo (de las partes), yo puedo disponer hacer nuevamente la pericia, pero él (por Ilarraz) también puede no hacerla, y está en todo su derecho, tendrá que expresar que se niega, lo cual no es un elemento en contra o en perjuicio”, subrayó.