El desinterés de motorizar una protesta en la principal organización gremial abarca la mayoría de los grupos internos y tiene razones convergentes: por un lado, son pocos los dirigentes con sindicatos afectados directamente por la ola de despidos; la preocupación, en cambio, está más enfocada en la negociación de paritarias pendientes, como el caso de los camioneros de Hugo Moyano; tampoco la herramienta parlamentaria elegida terminó de convencerlos, más allá de que hubiera diputados de esa extracción que terminaron por votarla, y además prefieren en su mayoría no quedar asociados a un eventual rótulo de desestabilizadores con una administración que atraviesa sus primeros meses de gestión.
Fue el diagnóstico que compartieron los líderes reunidos durante el fin de semana a instancias de la Iglesia Católica en Mar del Plata. Del encuentro participaron Moyano y Antonio Caló con referentes de la CGT «Azul y Blanca», aunque su jefe, Luis Barrionuevo, alegó no haber concurrido por problemas de salud. También estuvieron los dos líderes de sendas fracciones de CTA, Hugo Yasky y Micheli, quienes impulsan la adopción de medidas de fuerza. Ayer mismo, Yasky dijo en C5N que había preacordado con sus pares de la CGT avanzar con la convocatoria a una huelga hacia junio, algo que fue desmentido el domingo por la noche en la central mayoritaria.
Es más: en la CGT sus referentes explicaron que sus pares de la CTA quedarán con poco margen para convocar a una protesta sin la participación de los gremios más numerosos ni los del transporte. En ese sentido dijeron que de avanzar hacia una huelga por su cuenta, Yasky y Micheli correrán el riesgo de quedar expuestos en su debilidad relativa.