Veinticinco años pasaron desde que surgió el primer dato. Era 1985 cuando el cuidador del que era campo de entrenamiento de militares en Laguna Paiva, provincia de Santa Fe, arrimó una prueba del horror: en un sobre sin cerrar había unos huesos pequeños y delgados y una inconfundible uña humana larga, probablemente de mujer. En 2010 se produjo el hallazgo de la fosa común con los restos de ocho desaparecidos. Seis fueron identificados: María Esther Ravelo, María Isabel Salinas, su esposo Carlos Alberto Bosso, Oscar Winkelmann, Gustavo Adolfo Pon y Miguel Ángel D’Andrea. La identidad de las otras dos personas no se ha podido determinar aún. Y persiste la sospecha de que haya en el enorme predio del Ejército otras tumbas clandestinas.
Esa historia recorre Mirar la tierra hasta encontrarte, de Hugo Alberto Kofman, entrerriano, de General Campos, militante de superficie de una organización llamada Poder Obrero durante la década del setenta (“era de los que formábamos parte de esa amplia red en la que se apoyaban los compañeros que estaban en los puestos de vanguardia”, dice sobre sí mismo en el libro), docente universitario, dirigente gremial y referente de derechos humanos en Santa Fe; y no puede soslayarse la figura de su madre, Celina Queca Kofman, referente de Madres de Plaza de Mayo.
“El libro lo que hace es narrar todos los pormenores de esta historia y después, en la segunda parte, se recopilan testimonios de vida de los familiares y compañeros de quienes estaban enterrados en el campo, porque lo que se pretende es traer al presente a estos compañeros, mostrar quiénes eran, qué hacían, cuáles eran sus motivaciones, por qué decidieron resistir a la dictadura de esa forma. Todas esas historia lo que hacen, de alguna manera, es que la situación de desaparecido deje de ser tal: aparecieron los restos, pero también aparecen sus historias”, explica Kofman en una entrevista con EL DIARIO, previo a la presentación que hizo días atrás en la Casa de la Cultura.
PRIMEROS PASOS. El libro expone la trama, los vaivenes de lucha y finalmente la búsqueda y hallazgo de restos de desaparecidos en el Campo Militar San Pedro, un predio militar de 20.000 hectáreas, situado cuarenta kilómetros al norte de la ciudad de Santa Fe.
–¿Cómo surgió la investigación de que en el campo había restos de desaparecidos?
–Yo fui parte de un equipo de tres personas que nos dedicamos a investigar, en base a testimonios que había desde 1985, de que en el Campo San Pedro podía haber enterramientos clandestinos. En realidad, más que indicios había pruebas, porque el encargado civil del campo, un tal Carlos Castellano, había encontrado huesos en un lugar donde él sospechaba que podían pertenecer a personas desaparecidas. En aquel momento, me tocó trasladar un sobrecito, pequeño, con esos huesos, desde Laguna Paiva hasta Santa Fe, por pedido de la ex Conadep.
–¿Y por qué se demoró tanto tiempo la búsqueda de esos restos?
–Lo que pasó fue que en esos años no se pudo seguir la investigación por lo que era la Justicia Federal en Santa Fe, que no daba ninguna garantía, después vinieron las leyes de obediencia debida y punto final y los indultos, que cancelaron toda la investigación y era como que no había condiciones para avanzar en eso. El tema permaneció durante muchos años en la penumbra hasta el año 2005, cuando se derogan las leyes de impunidad, y entonces decidimos retomar la investigación, y en 2007 se presentó la denuncia en el Juzgado Federal de Santa Fe.
Sin embargo, la investigación se retomó con una hipótesis que era casi certeza: habían desenterrado huesos humanos en el campo, cuenta Kofman en su libro.
Durante dos años se realizó una minuciosa aunque discreta investigación, para no alertar a los militares y así preservar las pruebas y posibles testigos. Uno de ellos era Carlos Castellano, el hombre que había vivido en el campo. Y también una visita clandestina al campo, que hicieron Kofman, dos compañeros y Castellano, en septiembre de 2006, para determinar el lugar, tomar fotografías y anotar las coordenadas exactas.
EL HALLAZGO Y DESPUÉS. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) inició los trabajos de búsqueda en el Campo San Pedro se iniciaron en febrero de 2010. Antes, en mayo de 2007, enseguida de realizada la denuncia judicial, se habían realizado dos sondeos, se tomaron muestras de terreno y otras medidas previas. El 9 de junio de 2010 se encontraron dos huesos de piernas humanas y en posteriores excavaciones se descubrieron ocho esqueletos completos que habían sido enterrados en una fosa común.
El lugar donde aparecieron los restos de los ocho desaparecidos estaba a unos trescientos metros de la ubicación que había marcado Castellano. Considerando la extensión del predio, es probable que se trate de la fosa señalada por el puestero. Aunque cabe también la posibilidad de que sea otra.
–¿Cuál es el estado actual de la investigación por la búsqueda de restos en el Campo San Pedro?
–Nosotros continuamos con las investigaciones aun después del hallazgo de los restos de los ocho compañeros. Se aportaron fotos aéreas de la época, superponiéndolas con mapas satelitales actuales y con el testimonio de Carlos Castellano. También está el testimonio de (el ex militar, Eduardo) Costanzo, que habla de un enterramiento de 27 compañeros. También hay versiones de que los militares pudieron haber hecho excavaciones y sacado restos de ese lugar. Por eso, creemos que deberían seguir las investigaciones. Pero eso depende de la justicia y de las posibilidades del EAAF.
Eduardo Rodolfo Costanzo, alias Tucu, es un ex militar y agente del Batallón de Inteligencia 601 que ha aportado información sobre el accionar represivo durante la dictadura. Su testimonio fue clave, por ejemplo, para la restitución de identidad de Sabrina Gullino, la hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacida en el Hospital Militar de Paraná. En una declaración judicial, Costanzo habló de enterramientos clandestinos en un lugar que denominó “Campo de Rolón”, en referencia al coronel Juan Orlando Rolón, que tenía bajo su control el Campo San Pedro. En aquella declaración habló de 27 desaparecidos, entre los que mencionó a María Esther Ravelo, a quien señaló como “la cieguita”, por su condición de no vidente.
–¿Cómo está el proceso para la identificación de las otras dos personas?
–Por el tema de los ADN. El Banco de Sangre de Familiares no está completo y eso ha impedido la identificación. Hay algunas hipótesis, a partir de las caídas y de los grupos de militancia, pero es mejor no exponerlas para no generar falsas expectativas.
El puestero de La Paz
Carlos Jesús Castellano fue clave en esta historia, aunque no llegó a ver el resultado de su aporte: falleció en 2008, a los 61 años, antes de que el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) localizara la fosa común con los restos de ocho personas desaparecidas a pocos metros del lugar que él había señalado. Por eso, Hugo Kofman también le dedica el libro “a la memoria” de quien describe como “un hombre valiente, trabajador, leal”.
Castellano llegó el 5 de agosto de 1977 a trabajar como encargado del Campo San Pedro. A cambio, le daban una casa, donde vivía con tres soldados, y le permitían sembrar una parte del predio. Ahí estuvo hasta que lo echaron, en 1985. Entonces volvió a La Paz, donde trabajó como transportista, y después se instaló en el norte santafesino. Allí lo encontró Kofman, después de mucho buscar, en 2006. Aportó documentos y señaló en un mapa el lugar exacto de las fosas de enterramiento común y contó que los militares usaban cal para cubrir los cuerpos enterrados. Dijo que había una fosa grande y otra fosa chica, de la que había obtenido los huesos que entregó a los organismos de derechos humanos.
–A todo esto, ¿qué pasó con ese sobrecito con huesos?
–Es una incógnita qué pasó con esos huesos. Ese sobrecito fue entregado a la Conadep, pero después no apareció, no se sabe por qué ni dónde desapareció. Se supone que fue entregado junto con una documentación y que pudo haber ido al archivo de la Conadep. Pero cuando el juez (Francisco) Miño, pidió esos huesos, recibió como respuesta que en el archivo de la Conadep no se encontraban. Y no se sabe cómo desapareció.
Fuente: El Diario