Casi todos los alumnos de las escuelas secundarias de Paraná llevan un teléfono celular a clase. No obstante, rara vez algún ringtone interrumpe el dictado: la mayoría lo tiene en el bolsillo, en silencio o en vibrador. Pero son otras las escenas que se producen y que, de un modo u otro, interrumpen el curso normal de la enseñanza.
Francisco, de 14 años, alumno de tercer año de una escuela del centro, lo explica así: “Yo trato de no mirarlo, pero me tiento y no aguanto. Termino fijándome a cada rato si me entró un mensaje o algo. Y si no, mi compañero de banco se pone a mostrarme chistes o memes y nos tentamos de risa. Muchas veces no escucho lo que dice el profesor por estar con el celular, esa es la verdad”.
Cuenta el adolescente que son muchas las veces que los docentes pierden la paciencia y los retan si están todo el tiempo con el teléfono en clase. Otros maestros, quizás resignados, los ven pero no les dicen nada aunque estén chateando ante sus ojos.
La profesora de Plástica se cansó: los hace amontonar todos los celulares en un pupitre al lado de su escritorio durante parte de la clase. Los chicos no se enojan ni les molesta porque esa misma docente es de las pocas que se ocupa de propiciar un uso pedagógico de los teléfonos: los impulsa a buscar un término o una biografía y también les da trabajos prácticos que implican, por ejemplo, realizar una intervención artística sobre una foto sacada con el celular y posteriormente impresa. “Esas actividades nos gustan mucho”, explica Francisco.
DESQUICIO
Un poco más preocupante que lo que describe el joven estudiante, es la escena del aula en relación a los celulares vista desde la perspectiva de un docente. “Es cierto que mucho no suenan los teléfonos, porque los chicos los ponen en vibrador o en silencio, pero hay un grado de obsesión con la pantalla que es inquietante porque genera una distracción permanente”, cuenta Martín Tactagi, docente de Lengua y Literatura del secundario en la escuela Normal, ubicada en el centro de la ciudad, y en la número 15 Baxada del Paraná, situada en la zona de Bajada Grande.
Tactagi se pasa buena parte de la clase llamando la atención a los chicos para que no usen los teléfonos durante el cursado. A veces no le queda otra que dejarlo pasar, pero siente que la competencia desigual entre su clase y la pantalla es permanente. “Es una lucha diaria. Incluso hay padres y madres que llaman a los chicos sin razones importantes en horario de clases. Por momentos, es un desquicio y se desdibujan todos los límites”, grafica.
Si bien Tactagi es de los maestros que se esfuerza por incorporar el celular en el aula con fines pedagógicos, está buscando alternativas para el resto del tiempo, para los momentos expositivos de la clase, cuando es precisa la atención de los alumnos. “Estoy pensando qué hacer el año que viene porque es exasperante. Creo que voy a poner una caja o algo para que los chicos dejen los teléfonos en los tiempos en los que se necesita que presten atención”, anticipa.
APLICACIÓN
Desde el Consejo General de Educación (CGE) se anunció la suspensión de las prohibiciones relacionadas con el uso de los celulares en las escuelas e, incluso, la sustitución del cuaderno de comunicaciones por el contacto entre preceptores y padres, todo en el soporte de una aplicación diseñada por técnicos del organismo.
El presidente del CGE, José Luis Panozzo, explicó a EL DIARIO que lo que existe es una circular que impide tanto a docentes como a alumnos tener activo el teléfono móvil en el aula, salvo en casos específicos de utilización en prácticas pedagógicas. “Esa circular será reemplazada por una resolución que habilitará el uso con fines pedagógicos y de seguimiento de actividades. Todo se realizará de manera controlada, a partir del próximo ciclo lectivo, para evitar resultados negativos, mediante el uso de una plataforma diseñada por técnicos del CGE que se someterá a pruebas piloto”, anticipó.
Panozzo califica a la eliminación del cuaderno de comunicaciones como “un dato menor” en el marco del impacto que, se espera, tendrá el celular en la escuela que viene. Tactagi, docente de la Normal y de la escuela de la Baxada, no comparte el criterio: “No me convence porque hay muchos padres que no tienen celulares ni Internet. Lo veo en la población de la escuela de Bajada Grande: es gente humilde, muchos son analfabetos y a veces ni siquiera leen el cuaderno. Pensar en resolver cosas vías whatsapp o algún sistema similar en contextos de vulnerabilidad social es una locura”, opina.
El presidente del CGE defiende la medida: “Cuando un chico falta, la comunicación es a través del alumno, y muchas veces los padres ni siquiera se enteran, porque vuelve con una firma falsificada. Pero la aplicación va más allá de eso, es un sistema que permitirá un contacto diario entre padres e instituciones, que si bien habrá que aprender a administrar, también mejorará una relación ineficaz, poco permanente y muy poco fluida”.
“Hay que empezar a recorrer un camino que reconcilie a la escuela que todavía permanece sujeta a lazos con el siglo XX con las tecnologías propias de la nueva época digital. Es también eliminar burocracia y apropiarse de la plataforma digital incluso hasta para reducir la contaminación ambiental provocada por el excesivo uso de papeles”, completa Panozzo.
La aplicación, que se encuentra en desarrollo en el área de Nuevas Tecnologías del CGE, en conjunto con el Sistema de Administración de Gestión Educativa (SAGE), “ya es una realidad”, según el titular del organismo, que anticipó que el objetivo es expandir su uso en todas las instancias del sistema educativo
El buen tino de los chicos
Mariano Jáuregui, psicólogo psicoanalista, considera que “la incorporación del celular en el aula es una decisión que seguramente pondrá en cuestión la dinámica pedagógica actual, que concibe al acto pedagógico como una transferencia de información”.
Cree el profesional que el aspecto disciplinario debería ser el menos preocupante y apuesta a confiar en el buen tino de los chicos y a convenir reglas de uso. “Se debería resolver esta cuestión de la misma manera en que se tiene que resolver cualquier otra circunstancia conflictiva”, aconseja.
“El chico, a través del celular, tiene toda la información que le quieren dar. Si el convite fuera no a sentarse a escuchar, sino a interrelacionarse para producir saber, el celular cumpliría otra función y de ninguna manera desplazaría a la de ser la fragua de su identidad, en tanto es allí donde encuentra las opiniones más importantes y las que toma como propias”, esbozo Jaúregui.
Por último, el psicólogo y psicoanalista hizo notar que “al aula el celular lo mete el chico, no el Consejo de Educación. El CGE se suma a un escenario como un actor más, con claras atribuciones, obviamente, pero sería problemático si las autoridades pensaran que pueden doblegar las voluntades de alumnos y profesores sin consecuencias”, concluyó.
Fotos, videos, audios
Producción y edición de fotos y videos, uso de paquetes ofimáticos y grabación de audios y voz son algunos de los usos del teléfono celular que, desde el CGE, se fomentarán con fines pedagógicos.
“A las posibilidades comunicaciones queremos sumar la posibilidad de la conectividad accediendo a contenidos en línea y a la generación de contenidos propios y a su divulgación por las redes sociales. Hablamos de una herramienta que facilita el aprendizaje conectado y ubicuo, ya que estamos en presencia un medio con grandes potencialidades educativas cuyos alcances aún no hemos mensurado y que no permite visualizar un límite de posibilidades en el corto plazo”, expuso Panozzo.
Fuente: El Diario