Erik Sorto esperó 13 años para poder sentarse con un amigo a tomar una cerveza a su propio ritmo y por sus propios medios, pero esta semana lo logró gracias a un brazo robótico que él mismo controló gracias a los sensores que le implantaron en el cerebro.
Sorto, de 34 años, quedó cuadripléjico en 2002 tras recibir un balazo en la columna vertebral y desde entonces necesita asistencia para toda clase de tareas, desde lavarse los dientes hasta leer un libro. Por eso se convirtió en el candidato perfecto para el proyecto de los científicos del instituto tecnológico CalTech, en California, Estados Unidos.
Pero el equipo de CalTech encontró la manera de lograr un funcionamiento más armónico y fluido del miembro biónico gracias a que los dispositivos son ubicados en la corteza motora del cerebro, lo que le permite al usuario mover la prótesis con sólo imaginar la acción que quiere realizar.
«Así que en esta prueba pudimos decodificar esas intenciones al pedirle al paciente que simplemente imagine el movimiento en su totalidad en vez de descomponerlo en infinitas partes», señaló el científico.
«Me sorprendió lo fácil que me resultó. Recuerdo que tuve una experiencia como si estuviera afuera de mi cuerpo y quería correr por el cuarto y chocar los cinco con todo el mundo«, expresó Sorto tras la experiencia.
«Siempre hago el chiste con mis amigos de que quiero poder tomarme una cerveza a mi ritmo, sin que me tengan que ayudan para tomar un trago. Extraño esa independencia», explicó el hombre.