José Francisco Dumoulin se piensa como un chivo expiatorio, y que, por algún motivo, él es el obstáculo para algo, no sabe qué, y que si se corre del centro de la escena, las decisiones pueden tomarse, los cambios pueden suceder, lo que tanto reclamó pueda llegar a suceder.
“Quizá si salgo del medio, a lo mejor se animan a dar un paso”, dice esta tarde calurosa de jueves desde la casa parroquial de la Parroquia Santa Rosa de Lima, de Villaguay, adonde llegó en 2013. Lo dice después de haber hecho pública una carta en la que le comunica al arzobispo Juan Alberto Puiggari su decisión de irse de la Iglesia.
Pide un año de permiso especial: su apartamiento temporal del clero se hará efectiva a partir del 1º de febrero próximo, aunque no descarta que el retiro pueda ser definitivo de la vida eclesiástica. “No cierro la puerta, para nada. Pero si vuelo, quiero volver a algo distinto, no a lo mismo, volver a lo que hoy es la vida de la Iglesia, es volver a lo mismo de siempre, y no quiero eso”, cuenta Dumoulin.
Tiene 44 años y más de veinte adentro de la Iglesia. En 2010 firmó una carta emblemática junto a otros siete sacerdotes pertenecientes al decanato III de la Iglesia –la jurisdicción de la diócesis se divide en nueve decanatos— dirigida al entonces arzobispo Mario Maulión poniéndolo al corriente de los casos de abusos del cura Justo José Ilarraz en el Seminario Arquidiocesano.
Hablaron los sacerdotes de la «creciente notoriedad» del caso Ilarraz, quien fuera formador de aspirantes al sacerdocio en el Seminario de Paraná, y se mostraron preocupados por el hecho de que el sacerdote siguiera ejerciendo el ministerio, aún en medio de las sospechas y las denuncias, con la posibilidad de seguir repitiendo esos abusos.
Esa carta fue llevada por Maulión a consideración al consejo presbiteral –una especie de gabinete del obispo— y allí, según contó Leonardo Tovar, párroco de San Benito Abad, muchos sacerdotes con poder de decisión “se levaron las manos”. Entre ellos, el decano de la UCA, Luis Anaya; y el canciller, Hernán Quijano. Recordó Tovar: “Yo integraba el consejo presbiteral. Defendimos la carta en el consejo presbiteral. En esa reunión de consejo presbiteral, todos hicieron oídos sordos”.
“DOBLE VIDA”. En septiembre de 2012 el caso de los abusos en el Seminario de Paraná llegó a la Justicia, se abrió una causa penal y hoy Ilarraz está procesado por la jueza Susana María Paola Firpo en un expediente con una carátula inequívoca: “Ilarraz Justo José s/Promoción a la corrupción agravada”. Dumoulin fue uno de los impulsores de la investigación judicial junto a Tovar, y después, en junio de 2014, también fue pilar de otra investigación judicial, la que se desarrolla en Villaguay contra otro miembro del clero por abusos, Marcelino Moya.
Dumoulin tuvo activa participación en el esclarecimiento de esos casos, y pidió, desde el vamos, una postura firme de la Iglesia de condena a los pedófilos. Nunca lo consiguió, aún cuando mantuvo fuertes cruces con Puiggari. El tono de su carta de renuncia de ahora trasunta ese tono de crítica hacia la cúpula eclesiástica. Está dirigida al obispo Juan Alberto Puiggari, y es en tono coloquial: “Me dirijo a vos, por medio de la presente, para informarte mi decisión de dejar la Parroquia Santa Rosa de Lima, en la Ciudad de Villaguay, en la que me desempeño como párroco a partir del 1º de febrero de 2016.”
No sólo lo comunicó formalmente a la curia sino también que tomó la decisión de hacer pública su determinación de alejarse temporalmente de la Iglesia. “El motivo de mi renuncia a esta misión pastoral, que me fuera encomendada, es debido a los inconvenientes que hemos venido acarreando en estos últimos meses, y que en muchas oportunidades te he manifestado mi total desacuerdo en el modo y actitudes que has tomado con respecto a los casos que son de público conocimiento, y en otros, en los que no has actuado, a mi modo de entender, cómo se debería y no quiero ser yo quien ocasione división en la comunidad parroquial. Por esto prefiero dar un paso al costado para no interferir en la espiritualidad y la pastoral de la Parroquia”, dice Dumoulin en su carta dirigida a Puiggari.
SITUACIONES “TURBIAS”. Dumoulin fue vicario de Educación en el Arzobispado de Paraná pero cuando su nombre comenzó a quedar ligado a las denuncias contra su par Ilarraz fue desafectado de esa función y enviado a Villaguay. Su lugar fue ocupado por un cura que hasta entonces estaba destinado en el Seminario, José Carlos Badano.
En Villaguay ocupó la Parroquia Santa Rosa de Lima, la misma adonde llegó destinado a principios de la década de 1990 Marcelino Moya, denunciado a mediados de este año por dos víctimas por los abusos a los que fueron sometidos cuando adolescentes. Dumoulin fue quien recibió a las primeras víctimas de esos abusos y los puso en contacto con la Justicia. Esa causa está ahora en trámite.
No bien el caso se hizo público, Puiggari abrió una investigación diocesana, que no avanzó demasiado y por eso Dumoulin se lo reprochó vía mail. “Me preocupa y me duele que no se avance en la investigación diocesana del caso Moya. Hasta donde sé, soy el único que declaré. No puede ser que aun no se haya tomado declaración a las víctimas después de tres meses. Con esta actitud seguimos como iglesia abusando de las víctimas”, le dijo Dumoulin a Puiggari.
Ahora le dice unas cuantas cosas más. Primero, le pide licencia por un año “para no ejercer el ministerio, quiero tomar distancia, no he perdido la fe, pero debido a tus actitudes y la del clero paranaense, me parece oportuno este período para salir del medio de esta situación que para mí es muy desagradable”.
“Por otro lado –dice, en la parte más dura de la carta–, te sigo insistiendo en la necesidad de madurar como presbiterio para poder ser auténticos y aclarar muchas situaciones que siguen siendo turbias, con respecto a comportamientos totalmente inapropiados de muchos sacerdotes con doble vida, que tienen, mujer, hijos, el problema de la homosexualidad y pedofilia, el uso del poder y del dinero, como así también el problema referente al tema vinculado al fundamentalismo católico, que sigue estando presente con su modo particular, reductivo y hasta belicoso de entender el seguimiento de Jesús, del cual has sido parte y es una herida no cerrada en nuestra diócesis”.
“Lo pensé mucho”
José Francisco Dumoulin, ordenado sacerdote en mayo de 2000, dice que analizó bastante antes de tomar la decisión de apartarse de la Iglesia. “Lo pensé mucho”, sostiene.
“Llega un momento en el que te hartás de todo. Yo me siento cansado de remarla, y de seguir adelante con algo que vos ves que no tiene salida. Que no hay cambio, que las actitudes siguen siendo las mismas. Pensé: ¿qué sentido tiene seguir metido en algo que uno no ve que mejora?”, se pregunta, en diálogo con EL DIARIO.
En los últimos meses se había distanciado bastante del obispo, al punto que no tenía diálogo, y el malentendido entre ambos había creado una distancia abismal: Dumoulin reclamaba un pronunciamiento explícito y claro de parte del clero, de condena a los abusos de los sacerdotes, pero nunca lo consiguió.
“Me apena mucho tomar esta decisión, pero fue muy pensada. Es un proceso largo, de casi un año. Fui dándole vueltas, –sostiene Dumoulin–, hasta que tomé la decisión. Todo se va complicando, desgastando. Fue por la salud física mía y por la salud de la comunidad: decidí dar un paso al costado, y tal vez de ese modo se puedan clarificar muchas cosas”.
Deja más de quince años como sacerdote, y otros tantos de formación: más de veinte años adentro de la Iglesia. Es la tercera renuncia en el clero desde que estalló el caso Ilarraz: primero fue José Carlos Wendler, en 2015, la ida de Gustavo Mendoza, y ahora José Dumoulin.
Piensa que dando un paso al costado la Iglesia se enfrentará al dilema de tomar una postura clara respecto de la pedofilia que afecta a sus miembros. Ya está haciendo las maletas, y preparándose para su nueva vida. Se mudará a Paraná y buscará un trabajo, cuenta. En las últimas horas recibió muchos mensajes de apoyo; ninguno de parte de sus colegas del clero.
Fuente: El Diario