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Voto emoción: cómo se vivió ese 30 de octubre de 1983

Después de ocho años de dictadura, terror y desapariciones, el 30 de octubre de 1983, los argentinos volvieron a ver una urna. Aunque muchos de los que participaron de esa votación, nunca antes conocieron un cuarto oscuro, ni una boleta y ni si quiera habían podido elegir al presidente del centro de estudiantes de la Universidad: los gobiernos de facto se sucedían como las fichas de un dominó que caen con la precisión justa, una detrás de la otra.

 

Jorge Taiana vivió gran parte de la dictadura militar bajo una libertad vigilada: si quería salir de la ciudad, tenía que avisar; si pensaba viajar, tenía que avisar. Era requisito pasar la comisaría y esperar la autorización. Así vivió hasta el 8 de octubre de 1983, y 22 días después estaba en la escuela Amadeo Jacques, en Soler y Bulnes, votando luego de ocho años de un gobierno genocida que lo tuvo a disposición del Poder Ejecutivo.

Ese domingo fue “una jornada muy esperada, de mucha alegría. La elección era un hecho auspicioso”, aunque la sensación de libertad era algo nuevo, inexperimentado, con todo lo que implica estar de estreno tras años de terror y muerte.

Jorge esperó en la casa de un compañero y junto a su familia, el resultado de aquella primera elección, que dio como ganador al candidato del radicalismo, Ricardo Alfonsín.

 

Ese domingo fue una jornada muy esperada, de mucha alegría. La elección era un hecho auspicioso.

 

-Pero papá, ¿Cómo puede ser? ¿No es que los peronistas son mayoría?- preguntó su hijo de 9 años.

-Bueno éramos mayoría- le contestó Jorge, que hoy recuerda la escena entre risas.

Boleta ganadora: fórmula Alfonsín Martínez
Boleta ganadora: fórmula Alfonsín Martínez

 

La de ese domingo 30 de octubre fue su tercera elección. Ya había participado en la de marzo de 1973, y la de septiembre de ese mismo año. Aunque por entonces la democracia no era lo que es por estos tiempos. “La vida era frágil. Recuerdo que a un compañero ganó un cargo en la facultad de sociales de la UBA y fue nombrado por siete años. Nos moríamos de la risa, porque siete años eran como 250, parecía un cargo a perpetuidad. La idea del tiempo era más corta y no se podía prever” casi nada.

Pero hoy, a treinta años de aquel histórico domingo, Taiana asegura que hay que festejar, “hay que felicitarse, nunca antes tuvimos treinta años de democracia. Llegó para quedarse”.

De prisionera a ciudadana

Andrea Bello, militante peronista y sobreviviente de la ESMA, nunca antes había participado de una elección. Ese domingo 30 de octubre, llegó a una escuela en la calle Calasanz, Caballito, el barrio de su adolescencia. Con su hija de de 17 días en brazos y con la incredulidad de quien vive una escena que creyó no llegaría nunca, entró al cuarto oscuro y tomó la boleta de Italo Lúder y Felipe Bittel, -por quienes hoy no siente ninguna simpatía- la entonces fórmula presidencial del PJ.

Ese día fue “un bálsamo al corazón y a la cabeza”, recuerda. Aunque al final de la jornada lloró a más no poder: quien era su candidato, ese que representaba al partido por el que ella luchó en tiempos de dictadura, lo que la condenó a la detención y la tortura, había perdido. “Como peronista me quedé un mes muda”, cuenta a INFOnews.

 

Pero hoy, 30 de octubre de 2013, y con la distancia que sólo permite el paso del tiempo reconoce “a lo mejor está bien que haya sido así”, aunque “los peronistas estábamos seguros de que ese domingo arrasábamos en las urnas”. Lo que dijeron los votos fue la síntesis de lo que muchos pensaban: “!Con estos locos, vaya a saber uno donde terminamos!”, creía gran parte de la sociedad argentina. Y por eso el radicalismo fue la mejor opción.

Andrea esperó los resultados en su casa, reunida con algunos compañeros. No recuerda a nadie que dijera, “yo no voy a votar” y aunque el clima era de algarabía, alivio y distención, en el fondo nadie sabía cómo y cuánto podía durar la recién nacida democracia. Era como un bebé prematuro, que necesita de cuidados intensivos para poder seguir. “El terror seguía instalado, y continuó por mucho más tiempo. Recién con los juicios comenzó a hablarse un poco”, cuenta esa mujer que pasó de la detención y la tortura, al trabajo esclavo dentro de la ESMA y más tarde a una libertad vigilada. Por entonces, la elección de ese domingo, parecía que nunca llegaría. Y ni hablar de treinta años de democracia sin interrupciones.