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Sospechan que mató a su mujer y simuló un suicidio

El domingo 18 de mayo último, el personal de guardia de la comisaría decimotercera tuvo una tarde muy ajetreada. Mientras Carlos Ruhl, el cuidador de la casaquinta del empresario Sergio Lifschitz se enfrentaba con disparos de escopeta ante la agresión de un grupo de vándalos, el llamado desesperado desde un domicilio de calle Maestro Alberdino al 80 alertaba sobre una posible muerte violenta. 
Cuando los policías llegaron a la casa se encontraron con Pablo Actis, de 28 años, quien, desencajado, trataba de contar que había encontrado a su joven mujer pendiendo de una soga, de esas que se utilizan para colgar la ropa. 
María Agustina Turano tenía tan solo 25 años y su cuerpo inerte estaba sobre un sillón ubicado junto a una pared interna de mampostería, que no llegaba a unirse con el techo y que separaba dos ambientes de la casa, una sala de estar con la cocina. 
De acuerdo con los dichos de Actis, cuando llegó a la casa, después de estar ausente por algunas horas, no logró que María Agustina le abriera. Tampoco respondía a sus llamados telefónicos. Entonces decidió ir por el fondo y tras romper el vidrio de una puerta logró abrirla y –según habría comentado luego– la encontró pendiendo de una soga que había atado al sillón, luego pasado a través de la parte superior de aquella pared interna y en el otro extremo de la soga, del otro lado de la pared, estaba ella, pendiendo desde el cuello y con los pies apenas apoyados en el piso. 
Su versión no oficial fue que la descolgó, la colocó en el sillón y llamó por auxilio. 
Hasta ese momento, todos pensaban que la muerte de María Agustina, hija del doctor Juan Carlos Turano, exvocal del Superior Tribunal de Justicia, había sido producto de una autodeterminación y se siguieron de ahí en más los pasos periciales de rigor. 
Pasaron los días y entre versiones de violencia de género y dudas de los médicos forenses, el juez Mauricio Mayer se decidió a profundizar la investigación. 

VERSIÓN. Ese mismo domingo había comenzado en forma bastante violenta para la pareja. Tenían una nena de poco más de un año, producto de un amor que aparentemente se había ido desgastando. María Agustina tenía de una relación anterior una hija de 7 años. 
Ese domingo, Pablo habría discutido con su pareja y según su versión, la que habría comentado a allegados en las primeras horas posteriores al hecho, todo comenzó con reproches de ella por cuestiones de convivencia y posiblemente económicas. 
Lo que él habría contado y que posteriormente motivaría de su parte una denuncia en la comisaría decimotercera, fue que ella, en un momento de ira, le arrojó agua caliente con el termo y que por poco no le provocó lesiones no solo a él, sino también a la nena, a la que tenía alzada. 
Es solo su versión y en ella habría mencionado que luego salió con la gurisa en brazos y se la dejó a su padre y finalmente se dirigió a la comisaría. De camino se habría encontrado también con sus suegros, anoticiándolos de la situación y motivando –según los datos que se han podido colectar– que los padres de María Agustina la llamaran insistentemente por teléfono sin suerte alguna. Fueron hasta la casa y tampoco encontraron respuesta. Fue ahí donde entró en escena Pablo Actis, con su versión de la entrada por el fondo de la casa y la dramática sorpresa. 

PERICIAS. No obstante, la historia de Pablo Actis encontró férrea resistencia al ser cotejado con el único idioma con el que María Agustina podía comunicarse y que era el de su propio cuerpo inerte, a través de la observación del doctor Luis Moyano, jefe del Servicio Médico Forense del Superior Tribunal de Justicia. Señales de defensa, posibles evidencias de estrangulamiento mecánico previo a ser deliberadamente colgada, fueron detalles que los galenos saben identificar al momento de pedirle respuestas a una víctima sobre la camilla de la Morgue Judicial. 
Para el juez Mayer, fueron elementos suficientes como para sentar un estado de sospecha e imputar a Pablo Actis por la muerte de su mujer. 
Finalmente, el miércoles se libró su orden de captura y cuando estaba haciendo un trámite particular en una comisaría, se lo notificó y quedó detenido e incomunicado. 
Ayer fue llevado al Juzgado para su indagatoria, asistido por el abogado penalista Jorge Sueldo y por sugerencia de su defensor, se abstuvo de declarar en esta instancia procesal. A partir de ese momento, el doctor Mauricio Mayer cuenta con 10 días para establecer si lo procesa, sobresee o dicta su falta de mérito.
Mientras tanto, Actis permanece alojado en la Alcaidía de Tribunales. 

APELLIDO. Por la amplia trascendencia durante la jornada de ayer, no pocos de los que hoy peinan algunas canas relacionaban el apellido Actis con algún hecho del pasado. No se equivocaban. Pablo Actis es hijo de uno de los sujetos que fue condenado a fines de la década del 80 por el secuestro y muerte de la empresaria paranaense Susana Puentes Crescio de Marcos. Por ella se había solicitado un millonario rescate, en agosto de 1986, pero nunca la volvieron a ver con vida: su cuerpo apareció a orillas del río Paraná, en zona de La Paz, con un disparo en la nuca.

 

Fuente: El Diario