El Tribunal Oral Federal de Paraná condenó ayer a tres personas a cuatro años de prisión por el regenteo de un kiosco de droga en un barrio de Concordia. Se trata de la pareja que atendía el negocio y quien los proveía de la marihuana que luego revendían al menudeo. También deberán pagar una multa de 2.000 pesos cada uno.
Sergio David Lago y su pareja Aída Patricia Albornoz fueron condenados por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, pero el tribunal rechazó aplicarles el agravante de haber utilizado a los hijos menores del hombre, de 17, 15 y 9 años, que formaba parte de la acusación. En tanto, a Darío Alberto Cuelho, señalado como el proveedor de la marihuana que vendía la pareja, se le atribuyó el mismo delito.
Los tres habían sido detenidos el 1 de noviembre de 2013, tras una investigación de varios meses que realizó la Subdelegación Concordia de la Policía Federal, a raíz de una denuncia anónima de vecinos preocupados porque en la casa de la familia Lago-Albornoz se vendían estupefacientes y alegaban, incluso, que los hijos menores participaban de los pasamanos, típicos del intercambio de dinero por dosis de drogas.
Los fundamentos de la sentencia, es decir, las pruebas que el tribunal consideró para tomar su decisión, recién se conocerán el viernes 16 de octubre.
FOTOS, VIDEOS Y MENSAJES. La casa de la pareja fue allanada después cuatro meses de investigación. Los policías incautaron 187 gramos de cannabis sativa, 36 cigarrillos de marihuana, un plato con vestigios de cocaína y 2.322 pesos que la mujer aseguró que había cobrado por un plan social.
La pareja Lago-Albornoz vivía en una casa edificada en una zona de terrenos inundables que hasta hace unos años eran baldíos y se parquizaron. Enfrente está emplazado el Parque Italia y a unos 30 metros se encuentra la costanera.
El fiscal José Ignacio Candioti enfatizó que a partir de las filmaciones “se ve claramente que al domicilio concurrían personas en distintos momentos del día, en forma asidua, y que realizaban pasamanos” y remarcó que “hay fotografías del momento exacto en que recibían cigarrillos y no hay dudas de que eran cigarrillos de marihuana”.
Candioti se apoyó en las filmaciones, fotografías y tareas de vigilancia que los policías federales realizaron entre julio y octubre, sobre la casa de la pareja Lago-Albornoz para describir detalladamente la secuencia de las transas, como se denomina a las acciones de intercambio de dinero por estupefacientes.
También leyó mensajes de texto: “Patito, no te olvides un finito, haceme el favor. Mandame dos. La moneda la tengo aquí. Un pase, Patito”, le dice alguien que sería un cliente a la acusada Albornoz. “Patito, haceme el corto. ¿No hay nada para la nari?”, dice otro mensaje que recibió la mujer en su teléfono.
MÁS MENSAJES. Cuelho no estaba en su coqueta propiedad de dos plantas cuando irrumpieron los policías, pero en su dormitorio se halló un bolso con dos trozos de marihuana, una balanza, un cuchillo y dinero en efectivo; y en un cielorraso de madera, en otra habitación, encontraron otro ladrillo de marihuana. En total dio un peso de 2,430 kilos.
Según el fiscal, Cuelho iba periódicamente hasta la casa de la pareja a proveerlos de las drogas que luego vendían al menudeo. Esa acusación se sostiene también en los mensajes de texto recuperados del teléfono que utilizaba Albornoz. “Dari, dos de 25 por ahora. Patri”, le dijo un día. “Dari, mañana te espero a la mañana. Patri”, le escribió en otra oportunidad. “Dari” es Cuelho y “Patri” es Albornoz. “Ella aclaraba quién era porque compartía el celular con uno de los hijos de Lago”, explicó el fiscal.
Lago no aparece en las filmaciones, ningún testigo lo vio hacer pasamanos ni se constató que enviara mensajes de texto. Pero su nombre fue el que dieron los vecinos en la denuncia anónima y un policía dijo haber visto intercambios de objetos con Cuelho. Se presume que recibía la droga y la pagaba. Pero el elemento más contundente es que la mayor parte de la marihuana incautada estaba sobre su cama, tapada con una sábana.
Sin agravantes
Sergio David Lago y Aída Patricia Albornoz fueron condenados por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. El fiscal decidió no tener en cuenta como agravante el hecho de que regenteaban un kiosco de droga en cercanías o las inmediaciones de lugares donde se realizan actividades deportivas y de esparcimiento público. Candioti explicó que no se trata sólo de tener en cuenta la cercanía física de la casa de la pareja Lago-Albornoz con el polideportivo sino que debía tenerse en cuenta si algún niño o adolescente que jugaba al fútbol en esas canchitas compraba drogas en la casa y, según dijo, “no hay elementos para acreditar que los clientes provinieran de los lugares donde se practicaban deportes”. Respecto del otro agravante hubo un contrapunto entre fiscal y defensor. Candioti detalló secuencias donde se advierte que los clientes eran atendidos por menores de edad y dijo que “lamentablemente (Lago y Albornoz) utilizaban a los menores para vender drogas”. En su alegato aseguró que las filmaciones “muestran cómo un menor era utilizado para vender estupefacientes”. Mario Franchi, en cambio, señaló que “el mero contacto de un menor con el estupefaciente no da lugar al agravante, para eso se requiere que haya una utilización de los menores” y luego se explayó diciendo que “para que se configure el agravante debe haber una posibilidad de daño a los menores y el riesgo de que caigan en el mundo de las drogas”, algo que, a su criterio, no sucedió: “El peligro que podría haber ocurrido en aquel momento, no se concretó”, enfatizó. El defensor sostuvo además que había una “indeterminación” en la acusación porque no se precisaba quiénes eran los menores utilizados para la venta de drogas y qué edad tenían, sobre todo porque no había una constancia documental que acreditara la edad de los hijos de Lago.