La madrugada del martes 5 dos nenas, de 13 y 14 años, fueron abusadas por cinco policías que ahora, por disposición de la Justicia, están alojados en la Unidad Penal Nº 1 de Paraná con prisión preventiva por 45 días.
El caso, con ribetes de escándalo, puso en la mira al Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf), que fue objeto de reproches nacidos desde el prejuicio más rancio: qué hacían las nenas en la calle, por qué alguien no evitó que se fugaran, por qué nadie es responsable de que, a la madrugada, estén encerradas.
«Cualquier limitación o restricción a la libertad de niños y adolescentes deberá ser ordenada judicialmente en forma fundada, mediando debido proceso, como medida excepcional y de último recurso, por tiempo determinado y por el mínimo período necesario, garantizando el goce de los derechos en la mayor medida posible», fija el artículo 16º de esa ley.

El asunto de las instituciones de puertas abiertas, de chicos que están al cuidado del Estado sin estar privados de su libertad, es un tema recurrente, y en ocasiones cruzado por malos entendidos, señala El Diario.
El caso de las dos nenas abusadas por policías puso sobre la superficie ese asunto.
Marisa Paira, presidenta del Copnaf, asume la cuestión con suficiente tranquilidad y procura separar la paja del trigo. Pero hace una aclaración primera. Dice: «En este caso, lo más grave es que el abuso lo lleve a cabo alguien que tiene que cuidar a esas chicas. Fue terrible lo que pasó. Pero también rescato que fue rápida la reacción de la institución policial, lo que favoreció que podamos trabajar el tema articuladamente. El procedimiento se hizo en una semana», afirmaMarisa Paira, presidenta del Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia.
No ver
La oficina de Paira está habitada por un silencio cómodo. Llegó a la presidencia del Copnaf en abril último para suceder a Mercedes Solanas (que antes había sucedido a su padre, Raúl Solanas). Paira debió hacer frente a dos conflictos dolorosos: la muerte de una bebé en un hogar de Concordia y el abuso de dos nenas de la residencia Mujercitas, en Paraná.
«Estamos con varios temas en este momento, complicados. Pero propios del espacio y de la función. Son los problemas por los que uno transita cuando tiene a su cuidado a niños y adolescentes. La cuestión es saber cómo reaccionar y poder tener estrategias de atención rápidas y eficaces», dice.
–Hay como un reclamo que recorre cierto sector de la sociedad para que el Copnaf se haga cargo de los chicos, como forma de evitar el conflicto.
–Esto lo vemos con lo que pasa en la residencia San Martín, de Victoria. Hay un pedido de la comunidad, hay un pedido de los medios, piden que los chicos no estén en la residencia, que la residencia no esté ahí, en la ciudad. En esto lo que advertimos es que la sociedad trata de no tener el problema, de no verlo.
No salir
«Las residencias, a partir de la ley, tienen esta característica de ser espacios abiertos, en el sentido de que no son privativos de libertad», afirma Paira y agrega: «Pero esto no quiere decir que no sean espacios de cuidado, con un ordenamiento interno, con reglamentación, con pautas de lo que uno puede o no hacer, de acuerdo a las características. Los chicos salen a la escuela, vuelven, tienen actividad recreativa, y vuelven, como cualquier otro adolescente que está en su casa, con su familia. Otra es la situación que se plantea cuando estas salidas se producen sin el permiso, o sin el acuerdo necesario. Entonces, si uno evalúa que puede riesgosa esa salida, es ahí cuando uno da aviso a la policía».
Paira insiste en un punto: que el tratamiento periodístico del caso de las niñas abusadas en una dependencia policial no derive en estigmas, en revictimización, en vulneración de su privacidad.
Desigualdad de poder
El abuso, dirá entonces la titular del Copnaf, «siempre implica una desigualdad de poder. En cualquier orden. Alguien con mayor poder físico o psicológico o material domina a otro. Es básicamente un desequilibrio de poder. Y acá, el desequilibrio de poder está claro. Desde quien puede haber llevado a cabo el hecho o desde quién pudo haberlo presenciado y no hizo nada por evitarlo, cuando teníamos a un sujeto vulnerable menor de edad que debió ser cuidado. No importan esos comentarios respecto a qué hacían las nenas a esa hora en ese lugar, ni cómo estaban vestidas, porque nada de esto habilita a que el otro pueda hacer este abuso de poder sobre una persona. Ahora parece que el problema es que las chicas estaban afuera. Y no es ése el problema. El problema es que alguien pueda entender que puede avasallar. Este es el problema«, dijo a El Diario.
Cómo cambiar
–¿Qué cambios viene a aplicar al Copnaf? .
–En estos dos meses y medio de gestión, hemos estado trabajando muy fuerte en lo que es la revisión de las prácticas con los adolescentes y los niños. ¿Qué hemos hecho? Primero, todo lo que implica una revisión de cómo estamos interviniendo en estas situaciones. Hay problemáticas nuevas, que requieren nuevo abordaje. No alcanza sólo con cambiar las normas, con cambiar las políticas si uno no trabaja con el personal, y con el operador que está todos los días con los chicos. Y esto se logra con la capacitación. Esto que pasó con las dos nenas no es que quedó en nada, que no hicimos nada hacia adentro. Nos puso frente a la necesidad de una revisión hacia adentro, qué pasó, cómo pasó. Pero no en una actitud sancionatoria, sino de revisión de las prácticas. Hay que pensar estrategias sobre cómo trabajar con adolescentes que tienen problemas de consumo, por ejemplo.
–¿Es fácil cambiar?
–Mucho personal viene de trabajar con la vieja ley del patronato y con otra práctica respecto de las residencias, donde el celador, como decíamos en ese momento, tenía la función de cuidar que el chico no se fugue. Es diferente la función de un promotor comunitario en una residencia. No es sólo cambio de nombre. Es una persona que tiene a cargo el cuidado a un chico, a un adolescente. Y esto implica una relación con el otro totalmente diferente. Y lleva un tiempo de aprendizaje, porque una cosa es adaptarte al cambio de paradigma con población de 0 a 8 años, y otra, hacerlo con población adolescente, con rebeldía. A eso, se le suma el grado de vulneración que tiene. Es más difícil. Es población que no pide que la cuides. Tirar una piedra, salir a robar, fumarse un porro, consumir, tiene que ver con un modo de relacionarse, y de pedir protección.
Los números
El Copnaf atiende a 304 niños y adolescentes que están alojados en residencias socioeducativas que dependen del Estado y también de organizaciones sociales y la Iglesia, y están con «medidas de protección excepcional», tal como fija la ley, adoptadas por la Justicia; yotros 94 ya en estado de preadoptabilidad.
En todo el organismo, trabajan 1.482 empleados.
Fuente: El Diario