El Tribunal Oral Federal comenzó a juzgar a cuatro personas que transportaban el mayor cargamento de marihuana secuestrado en Paraná. La droga estaba escondida en un doble fondo en un camión estacionado sobre calle Urquiza, a unos metros de Urquiza, procedente de Chaco y que, se presume, habría pasado por Santa Fe. Hay cuatro personas en el banquillo: Luis Menelio Ayala –sería quien coordinaba las acciones–, Miguel Ángel Ramírez, Félix Jesús Gómez y Cristian Ismael Godoy.
Tras recibir un llamado anónimo, dos agentes de la Policía Federal pasaron la madrugada del 26 de febrero de 2015 vigilando un camión que luego se determinó que contenía 605 kilos de marihuana.
En el inicio del juicio, Gómez, correntino de 53 años, que era quien conducía el camión, admitió que sabía de la carga que transportaba en el doble fondo del camión, dijo que aceptó el “trabajo” porque estaba atravesando problemas económicos y dio detalles –a veces confusos– del periplo que hizo el camión desde la provincia de Chaco, atravesando Corrientes hasta llegar a Paraná, que luego cruzó a Santa Fe y de ahí volvió a la capital entrerriana.
Su confesión podría ser interpretada como un intento por obtener algún beneficio por acogerse a la figura del arrepentido, prevista en la ley que penaliza el tráfico de drogas y establece reducciones de pena para el imputado.
Sin embargo, su declaración dejó algunas dudas: por ejemplo, fue confuso al explicar quién era el propietario del camión; y se negó a contar quién le había pedido el trabajo y a quién debía entregarle la droga. Tampoco pudo aclarar por qué Godoy, su compañero de viaje, tenía una licencia para conducir ese camión si es que, como dijo, no tenía nada que ver con el cargamento de marihuana.
¿Arrepentido? Gómez, que conducía el camión, contó que el día anterior ingresó a la ciudad pasado el mediodía, descendió y dejó la conducción en manos de Gómez, quien cruzó el túnel subfluvial y siguió hasta Cayastá. Allí, el hombre esperó con la carga hasta pasadas las 21 en que debía recibir un llamado para que alguien más se hiciera cargo de la marihuana que transportaba, pero, según dijo este miércoles ante el tribunal, esa comunicación nunca ocurrió y entonces volvió a Paraná, localizó a Godoy y ambos dejaron el camión estacionado en calle Urquiza y se fueron a dormir a una pensión.
Mientras Gómez y Godoy dormían, una voz masculina alertó a la Policía Federal de que el camión contenía marihuana y dos agentes montaron una vigilancia sobre el camión en un auto no identificable –sin inscripciones identificatorias– y esperaron a que alguien fuera a buscarlo.
Eso ocurrió a las 8 de la mañana siguiente: a bordo de un Chevrolet Corsa blanco llegaron cuatro personas, dos de ellas subieron al camión y se aprestaron a marchar, mientras que los otros dos, Ramírez y Ayala, volvieron al auto. Entonces apareció la Policía Federal y los cuatro fueron detenidos.
En la caja del camión había un doble fondo con varias divisiones internas “como cajones”, según describió un testigo, y la droga estaba acondicionada en forma de ladrillos de distinto tamaño, algunos envueltos en nylon transparente y los más grandes en bolsas negras cubiertas con cinta de embalar. La presunción es que los más pequeños quedarían en Paraná y el resto seguiría hacia otro destino.
El recuento llevó varias horas: el total dio 937 ladrillos de marihuana y el peso total arrojó 605 kilogramos.
El hallazgo
Seis policías federales declararon en el inicio del juicio, entre ellos el jefe de la delegación, Víctor Alfonso Chanenko, quien contó que la droga estaba oculta en un doble fondo en la parte trasera del camión y que uno de los detalles que les llamó la atención a los efectivos fue que los tornillos que sostenían la estructura posterior del camión eran más nuevos que el resto y se correspondían con las llaves T que fueron secuestradas en el interior del rodado. “Además, entre las tablas tipo palets del semirremolque se llegaba a ver algún contenido”, refirió.
Los efectivos refirieron además que cuando vieron “algo entre las maderas del camión”, introdujeron un destornillador y luego hicieron que un can detector de narcóticos lo olfateara para constatar que se trataba de marihuana.