Con un inusitado despliegue policial en los tribunales federales, comenzó ayer el juicio contra seis personas acusadas de conformar una importante organización dedicada a la venta de cocaína en distintos domicilios de Gualeguaychú. En el banquillo están sentados quien sería el proveedor, la persona que transportaba la droga y los regentes de los distintos kioscos. Los seis imputados están detenidos.
El debate propiamente dicho, sin embargo, comenzará hoy, cuando comience el desfile de testigos ante el Tribunal Oral Federal de Paraná. En total serán 44 personas, entre gendarmes, peritos y testigos de procedimientos, que darán testimonio durante toda la semana ante los jueces Lilia Carnero, Roberto López Arango y Noemí Berros.
El fiscal será José Ignacio Candioti y los imputados tendrán, salvo uno de ellos, defensores particulares: Pablo Martín Ludueña, acusado de ser el proveedor de la cocaína, tiene como abogado a Gustavo González, de Capital Federal; mientras que Diego Maximiliano Barreto, que era quien transportaba la droga de Buenos Aires a Gualeguaychú, es asistido por la defensora ad-hoc Noelia Quiroga; Miguel Ángel Braun, su hijo Miguel Exequiel y la madre de éste, Olga Gladys Sosa, tienen como defensores a Félix Pérez y Sebastián Arrechea; y la abogada Elena Cecilia Gómez es asistida por José Esteban Ostolaza.
En el primer día de juicio, los acusados se abstuvieron de declarar, pero hicieron la salvedad de que podrían hacerlo al final del juicio, luego de escuchar lo que tengan para decir todos los testigos.
Droga en colectivo. La importancia de esta causa radica en que tiene como acusados a distintos eslabones de la cadena del tráfico y que se trata de una organización con cierta permanencia en el tiempo, de acuerdo a los datos que surgieron de informes de inteligencia, fotografías, filmaciones y escuchas telefónicas.
Cuando Gendarmería desbarató a la organización, los investigadores llevaban seis meses juntando pruebas, desde que un testigo en el juicio por el homicidio de un joven de 17 años declaró que la casa de una mujer a la que identificó como Olga Gladys Sosa, en calle Los Alerces 1540 de Gualeguaychú, era un punto de venta de drogas.
El golpe contra la organización comenzó a gestarse el 2 de noviembre de 2013, cuando Gendarmería interceptó en cercanías de la localidad de Perdices, sobre la Ruta Nacional 14, un colectivo de la empresa Nuevo Expreso. Sentado en la butaca número 44 viajaba Diego Maximiliano Barreto, la mula, portando un bolso de cuero en el que los gendarmes encontraron tres paquetes rectangulares de cocaína, cuyo peso total era de 3,190 kilos, y otro envoltorio más pequeño con la misma sustancia.
Los agentes le ofrecieron a Barreto acogerse a la figura del arrepentido y colaborar con la investigación. El imputado asegura haber mencionado que la droga se la había dado un tal “Martín” y que debía entregársela a otra persona que identificó como “Miguel Ángel Braun”, aunque no ratificó sus dichos ante el juez y terminó desdiciéndose.
El tal “Martín”, al que se refirió la mula, sería Pablo Martín Ludueña, un hombre que vivía en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, empleado del PAMI, con un sueldo mensual superior a los $20.000, acusado de ser el organizador y proveedor de la cocaína que se comercializaba en Gualeguaychú.
De la investigación ya habían surgido vinculaciones de Ludueña con quienes serían los vendedores en Entre Ríos: Miguel Ángel Braun, su hijo Miguel Exequiel y la pareja del padre, Elena Cecilia Gómez, una abogada porteña; y también las órdenes que unos y otros impartían a Barreto en cuanto al transporte de la droga desde la provincia de Buenos Aires hasta Gualeguaychú en colectivo.
Ese mismo día se realizaron 12 allanamientos en forma simultánea: en el departamento de la abogada Gómez, en Capital Federal, se encontró un pan de cocaína de 1,079 kilos, una bolsa de nylon con cocaína y 10,9 gramos de marihuana; en Gualeguaychú, en la vivienda de Braun padre se incautó un envoltorio que contenía cocaína, una bolsa de nylon con cortes circulares, una trincheta con vestigios de cocaína y una balanza; y en otra casa que pertenece a Braun hijo se secuestró dinero en efectivo.
Reuniones. La casa de Olga Sosa, ex pareja de Miguel Ángel y madre de Miguel Exequiel, era efectivamente un kiosco de venta de drogas. Los investigadores asentaron en los informes que le entregaron al juez la presencia del muchacho en el lugar y dan cuenta también de movimientos característicos de la comercialización de estupefacientes, conocidos como “pasamanos”. De hecho, allí se secuestraron 121 bolsitas de nylon que contenían cocaína, ocultas dentro de una cartera, en un ropero.
Pero es el allanamiento en la casa de Ludueña, en la localidad bonaerense de Avellaneda, el que permite dimensionar la magnitud de la organización: además de dos teléfonos celulares, documentación, computadoras y cuatro armas, tenía en su poder 78.100 pesos y 12.400 dólares y en el garage reposaban un Mini Cooper, un Peogeot 308 modelo Feline y una moto Yamaha de alta cilindrada.
La entrega de la droga había sido pactada unos días antes, en una operación que se cerró en $171.000, a razón de $57.000 por kilo de cocaína.
Escuchas telefónicas
Las escuchas telefónicas sostienen gran parte de la investigación. En ellas se cruzan comunicaciones de “Martín” con Braun padre, la abogada Gómez y la mula Barreto para concertar la supuesta entrega de estupefacientes.
En una de ellas, por ejemplo, Miguel Ángel Braun le reprocha a “Martín” que le vendiera droga de mala calidad:
–No te llamé porque no pase nada, como pasar, sí pasa algo. ¿Por qué vino así esta gilada Martín? –lo increpó Braun padre.
–Yo qué sé, boludo; la verdad, yo te había dicho que venía de fracción y sabía como venía, eh, qué te iba a decir, yo ahí también me sorprendí pero no tuve drama, yo saqué lo tuyo y lo mío. También me preguntaron: “¿Por qué viene así?”. Pero viste que no, que viene totalmente cerrado de fábrica, no es que… –respondió Ludueña.
–No, no, sí, si ya sé. No es por nada, solo una pregunta, boludo, nada más, porque acá sale también todo, pero viste que esta mercadería realmente es nada que ver con la que vino la vez anterior, y la que trajiste vos todo –replicó Braun.
–Puede ser viejito, yo la vi, qué te iba a decir, me pareció que vino un poco más floja.
Luego la conversación continúa, Braun insiste en su queja por la calidad del producto y Ludueña termina realizando una jugosa confesión:
–Me parece que esa era para Estados Unidos, no sé bien –comenta luego Ludueña, dejando abierta la posibilidad de que su proveedor también exportara cocaína.
Ludueña asegura que la voz que aparece en las escuchas no es la suya. Sin embargo, ayer se dio a conocer una pericia de voz que lo dejó expuesto como la persona que habla con Braun desde uno de los teléfonos que se incautó en su casa.