Noticias - Toda la Provincia a Toda Hora

Día de semifinales masculinas en Wimbledon.

 

 

 

 

 

 

 

 

El duelo entre el actual uno del mundo y el tres será el primero entre ambos en césped. Allí, el serbio intentando convertirse en apenas el tercer hombre en la era profesional en jugar cinco finales de Grand Slam consecutivas, detrás del propio suizo y Nadal, juega ante el de Basilea que ganó más torneos sobre césped que la suma de los conquistados por los otros tres semifinalistas y es el claro favorito.

«No estoy seguro», dijo el propio suizo seis veces campeón del torneo y de ganar un séptimo título le permitiría igualar al norteamericano Pete Sampras y al británico William Renshaw. «Obviamente ayuda que él haya ganado los últimos partidos ante mí. Pero es nuestro primer partido en césped. No sabemos qué esperar, en realidad, siento como que es bastante parejo. Me siento bien de cara al partido, estoy entusiasmado».

Djokovic tiene razones para sentirse confiado: viene de batir al suizo hace cuatro semanas con claridad en las semifinales de Roland Garros, y tiene la ventaja psicológica de haberse impuesto en las semifinales del US Open 2010 y 2011 tras superar sendos match points en ambos partidos. «No tengo nada que perder», dijo con excesiva y poco creíble modestia Djokovic.

Aunque es cierto que Federer es Federer, y si el suizo, que asegura estar bien de los dolores en la espalda, avanza a la final, tendrá en sus manos algo enorme: recuperar el número uno del mundo e igualar -y siete días después superar- el récord de Sampras de 286 semanas como número uno del mundo.

En tanto, el Murray-Tsonga mostrará de un lado un francés que parece la reencarnación de Muhammad Alí, un hombre al que muchos consideran el dueño del juego más completo del circuito.

Pero la carga histórica del rival de Tsonga es mucho mayor, porque sobre Murray descansan todas las esperanzas y frustraciones de una nación que en buena parte inventó el tenis, y que hace décadas que ve cómo las esperanzas terminan siempre en frustración.

Desde aquel viernes 3 de julio de 1936 en el que Frederick John Perry arrasó por 6-1, 6-1 y 6-0 al alemán Gottfried von Cramm ningún británico volvió a ser campeón en el individual masculino de Wimbledon. Perry era inglés, Murray es escocés, pero ese detalle poco importará si avanza a la final. Y ni hablar de si la gana.

Número cuatro del mundo y a la espera aún de su primer título de Grand Slam tras tres derrotas en finales, Murray no quiere convertirse en el segundo hombre en la era profesional en perder cuatro semifinales de Wimbledon. El único que ostenta ese «récord» hasta hoy es su compatriota Tim Henman que cayó en 1998, 1999, 2001 y 2002.

Pero Henman estaba más allá de su límite en esas semifinales, había hecho ya demasiado. Murray, en cambio, es un hombre con más tenis que su compatriota, un jugador al que una final y un título en Wimbledon no le quedan grandes.

 

Fuente: Infobae.