La clasificación de Lanús a la final de la Copa Sudamericana es, sin más, tildar un casillero que faltaba completar en los años de crecimiento institucional y consolidación futbolística, que incluyó el título en el Apertura 2007 con Ramón Cabrero de entrenador. El pasaje del Granate trajo, de alguna manera, un estadio cargado de hinchas alegres. La vuelta de este equipo que ahora comanda Guillermo Barros Schelotto a una instancia cúlmine de un torneo internacional después de la Copa Conmebol 1997 que perdió ante Atlético Mineiro de Brasil fue a puro gol, gracias a la vocación ofensiva, a los tres delanteros que trató de mantener de local y de visitante. Porque Lanús barrió a todos sus rivales con holgura. Los superó, y por mucho. A Racing lo hizo añicos, y se aprovechó de una Academia a la deriva; a la Universidad de Chile le bailó en la cara en La Fortaleza: 4-0; con River, en cambio, chapeó en el Monumental; frente a Libertad, sacó la ventaja en Paraguay y sin jugar bien, un poco flojo, volvió a vencerlo ayer en La Fortaleza. Irá, ante el Ponte Preta de Brasil, que sacó al Sao Pablo, por el segundo título internacional, ya que levantó la Conmebol 1996 después de ganarla a Santa Fe de Colombia.
“¡Y ya lo vas a ver, al Granate campeón de la Copa, y al Taladro, jugando en la B!”, deliraron los hinchas, casi desde el minuto cero, porque Lanús encontró el gol de larga distancia de Diego González antes del cuarto de hora. Porque aquel título noventoso no adquiere el grado de importancia de la actual Copa Sudamericana. Porque tuvieron que esperar 16 años para tocar otra final internacional. Porque está a dos puntos del líder San Lorenzo en el torneo Inicial y el domingo recibe a Boca y hasta sacó puntos con un equipo conformado por habituales suplentes y juveniles. Porque Banfield, el rival de la zona, está en la segunda división. Porque ahora la vida le sonríe.
Pero, por sobre todas las cosas, los granates ven un equipo que va para adelante y juega bien. Anoche, el botón de muestra fue el Pulpito González, acaso el más regular de esta segunda mitad del año, que además del gol dejó atrás el overol de cinco metedor y ahora distribuye la riqueza de la pelota. Juega y hace jugar. Y otra clave para explicar por qué Lanús se mueve así son los wines: más allá de que se lesionó Lautaro Acosta, tanto el Laucha como Lucas Melano y Jorge Pereyra Díaz -a él le cometieron ayer el penal que anotó Paolo Goltz- siempre hicieron ancho al equipo para ser profundo y acercarse al gol. Paolo Goltz y Carlos Izquierdoz, también, ya se asientan en la zaga y le transfieren seguridad al resto de los compañeros. De hecho, ante un equipo paraguayo como Libertad que suele atacar con centros, blindaron con sus despejes de cabeza. El empate de Jorge González fue silenciado al instante. Hasta hubo un tiro en el palo de Nicolás Pasquini, que era el 3-1.
“¡Qué de la mano, de los mellizos, todos la vuelta vamos a dar!”, terminaron entonando los hinchas, y saludando a cada uno de los jugadores. La tercera final sudamericana empezará el miércoles para Lanús, cuando visite el estadio Pacaembú. En 1997 había perdido contra el Mineiro. Ahora tendrá revancha contra otro brasileño. Lanús juega a dos puntas, y está feliz.