El Tribunal Oral Federal de Paraná comenzó a juzgar a un hombre acusado de regentear un kiosco de venta de drogas en su casa del barrio Francisco Ramírez, en la capital provincial. Allí le encontraron marihuana y cocaína, que estaban dentro de varias bolsas de consorcio y ocultos debajo en una frazada, en la terraza de la vivienda.
Gustavo Adolfo Altamirano, de 39 años, está acusado por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. El 14 de noviembre de 2013, una comisión policial se presentó en su casa con una orden de allanamiento en busca de armas. En el lugar solo encontraron proyectiles pero no armas de fuego. Sin embargo, en la terraza hallaron también dos bolsas de consorcio, cubiertas con una frazada, que contenían 2,461 kilogramos de marihuana y 332 gramos de cocaína; además de una balanza de precisión, recortes de nylon, precintos, 10.122 pesos en monedas y billetes de distinta denominación y 28 teléfonos celulares.
Los acusadores sostienen que “por la considerable cantidad de narcótico”, la forma de presentación y la presencia de sustancias de corte y estiramiento en la casa “hacen presumir” que Altamirano administraba un kiosco de drogas.
En el inicio del debate, Altamirano se despegó de la acusación y apuntó contra un vecino al que, según dijo, le recriminaba que vendiera drogas en el barrio. Ante el tribunal, se presentó como un “changarín” dedicado “a tareas de construcción, sanitarios y locación de servicios para el hogar”. En un pasado no tan lejano dijo haber sido “barman en un boliche”. En rigor, atendía la barra en un prostíbulo.
En el primer día de audiencia también declararon seis policías que participaron del allanamiento y explicaron los detalles de lo que ocurrió esa mañana en la casa de Altamirano, en el barrio Francisco Ramírez.
DESCARGO Y DUDAS. Altamirano ensayó una serie de explicaciones a modo de descargo. Primero acusó a un vecino de haber lanzado las dos bolsas negras que contenían la droga desde la calle hasta la terraza de su casa, aunque luego dejó entrever que la Policía pudo haberle plantado la marihuana y cocaína.
Intentó también una explicación respecto de los celulares: dijo que los aparatos estaban descompuestos y que su función era la de intermediario entre los dueños y el técnico. Pero no supo explicar cómo es que luego del procedimiento nadie se acercó a reclamarle la devolución de los teléfonos. Respecto de la balanza, dijo que la compró para instalar una despensa o una pollería, pero que la utilizaba para pesa las verduras que le llevaba a su hermano detenido (sic). Y sobre el dinero, dijo que era producto de la venta de un automóvil y que pretendía utilizarlo para comprar ropa que su esposa revendía.
Según su versión, antes del allanamiento policial había tenido “discusiones y peleas” con un vecino, un tal Luis Alberto Nicolás, alias Chita, detenido el año pasado por una causa vinculada con el tráfico de drogas. Altamirano dijo que una persona se presentó ante un hermano suyo para contarle que había visto cuando Nicolás arrojaba las bolsas hacia el techo de su casa. Cuatro meses después del procedimiento, esa misma persona lo dijo también en sede judicial.
Sin embargo, Altamirano dijo que no se animó a denunciar a su vecino “porque después aparecen autos quemados, golpean a los chicos” y para proteger a su papá, e inclusive dijo que “esa persona está detenida y sigue haciendo las mismas actividades”.
Pero luego acusó a la Policía. Altamirano aseguró que cuando llegó a su casa el procedimiento ya estaba iniciado y que había policías “en el balcón, en los techos, en el patio, en los techos vecinos” y sugirió que pudieron haberle plantado la droga.
Esto fue desmentido categóricamente por los efectivos que declararon en el juicio. Aunque la presidenta del tribunal, Lilia Carnero, retó al oficial que estaba a cargo del procedimiento porque no dispuso algunas medidas de prueba, lo cierto es que uno de los policías aseguró que ingresó a la vivienda para notificar a la pareja de Altamirano sobre el procedimiento y otros cinco efectivos ratificaron que la requisa se inició después de la llegada de Altamirano. Coincidieron también en que en un primer momento ningún vecino quiso oficiar como testigo civil para validar las actuaciones, pero que tras el hallazgo de la droga convocaron a dos personas que pasaban por la cuadra.
Los dos policías que oficiaron como testigos en el inicio del procedimiento señalaron Altamirano presenció cada uno de sus actos –al igual que un delegado judicial– y que cuando hallaron la droga el dueño de casa refirió “que le habían tirado la bolsa”.
AL MARGEN
El juicio, a cargo del tribunal que integran Lilia Carnero, Roberto López Arango y Noemí Berros, continuará hoy con la declaración de otros cuatro testigos. Luego se desarrollará el alegato del fiscal José Ignacio Candioti; y el lunes lo hará Juan Carlos Rubio Pérez, defensor de Altamirano. Ese día se conocería el veredicto.
Datos
Gustavo Adolfo Altamirano, acusado de tráfico de estupefacientes, admitió ayer una condena anterior. El 10 de agosto de 2012 fue encontrado culpable del delito de portación de arma de guerra y recibió una pena de dos años y medio de ejecución condicional. El hecho ocurrió en el año 2008, cuando Altamirano trabajaba como barman en el prostíbulo Que-Quen, según dijo.
Un dato no menor es que Hugo Daniel Altamirano, hermano de Gustavo, se encuentra purgando una pena de cuatro años y medio de prisión por trata de personas. El hombre fue condenado en un juicio abreviado por la explotación sexual de dos menores de 15 y 16 años; en concurso real con los delitos de administración y/o regenteo de prostíbulos, tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y de proveer drogas a las mujeres a las que obligaba a prostituirse en el local El Sitio, que funcionaba clandestinamente en la zona este de la capital entrerriana.
Hoy los dos hermanos se encuentran detenidos en la Unidad Penal Número 1 de Paraná.