El descontrol del tránsito es generalizado en Alameda de la Federación al final, desde la rotonda del Indio hasta el monumento a Urquiza los domingos por la tarde. El principal problema son las motos, o en realidad lo que queda de ellas. El día de descanso la zona alta del Parque Urquiza se transforma en una pista de picadas esporádicas entre vehículos de dos ruedas de diferentes cilindradas y dudoso estado de conservación y seguridad.
El que se anima a ingresar por la rotonda y dar la vuelta en el monumento sabe que las posibilidades de protagonizar un accidente dependen, en gran medida, del azar.
Además está la posibilidad, siempre latente, de protagonizar un hecho de violencia en forma directa o indirecta. Por ejemplo, el domingo un policía motorizado persiguió a un joven que había realizado una mala maniobra con su rodado y como no paró decidió frenarlo con un topetazo. El uniformado le pedía explicaciones desde arriba de su moto y el muchacho reclamaba por sus derechos desde el piso.
Mientras tanto a la entrada de la rotonda un grupo de tres chicos circulaba a baja velocidad, en una especie de paseo calmo que precedía a la aceleración. La parsimonia se rompió cuando otro chico en moto llegó, desde el Rosedal, a fondo y trató de pasar entre ellos. Los gritos de los que estacionan sobre las dos veredas y el de los propios “agredidos” lograran que se armara una nueva persecución que nadie sabe muy bien dónde terminó.
Cuentan que muchas veces las carreras siguen por la peligrosa bajada de Los Vascos hasta la Costanera. El que se anima a pasear un sábado o domingo a la noche por el Parque sabe que las picadas se corren por la vereda, cuando cientos de niños y niñas juegan con sus padres. Si bien se realizan controles, tanto de los inspectores de Tránsito como de la Policía, es evidente que no alcanzan y ya se está hablando de una situación “desbordada”.
En febrero UNO publicó que en el primer mes del año se vendieron 16 motos por día, lo que arroja unas 480 motos nuevas en el parque automotor, que se suman a las 4.723 unidades vendidas a lo largo de 2012. En la provincia se calcula que circulan unas 200.000 motocicletas, de lo que se desprende que un gran porcentaje recorre las calles de la capital provincial.
Preocupación
Los comerciantes de la zona del Parque Urquiza están en una situación ambigua, porque por un lado realizan muy buenas ventas el fin de semana, y por otro padecen el ruido de los caños de escape y el descontrol generalizado que disminuye el tránsito de peatones.
“Esto es simple, cuando vienen los patrulleros y se paran en cada punta de la calle las motos desaparecen y todo vuelve a la tranquilidad”, contó el administrador de uno de los kioscos de la zona.
Mientras tanto los que caminan o quieren disfrutar de un día al aire libre en una de las zonas más lindas del parque tienen que adaptarse al ruido de los motores o exiliarse en un lugar con menos tránsito.
En voz baja
* Desde las organizaciones sociales dejan saber que la falta de control tiene que ver con la idea de desestabilizar la zona para facilitar nuevos emprendimientos de tipo privado. Entre las agrupaciones están los defensores de los espacios públicos que existen en la ciudad.
Hace seis años que comenzó una carrera rápida y peligrosa
La primera queja que llegó a la Redacción de UNO fue en diciembre de 2007. Los vecinos del Parque Urquiza estaban “muy preocupados” porque los adolescentes se reunían en la zona de la rotonda del Indio hasta el monumento a Urquiza.
La mezcla de alcohol y motos con escapes libres (y ruidos ensordecedores) llevó a los frentistas a pedir controles.
Las medidas se extendieron en el tiempo y traspasaron las gestiones municipales. Se sabe que el Parque Urquiza es un lugar sensible en donde conviven lo público con lo privado.
El domingo quien quería tomar un café al aire libre en uno de los bares de la zona se vio obligado a compartirlo con los ruidos que salían de las motos. La historia se repite los fines de semana y los feriados largos.
Chicos y chicas en sus motos de diferentes cilindradas y modelos giran y giran en el final de Alameda de la Federación. Los adolescentes y jóvenes se van contagiando y comienzan a tomar cada vez más riesgos. El chico que maneja sin luces, sin casco y con el caño de escape libre pone la moto en una rueda mientras acelera y la chica que lo acompaña se agarra de su cintura con una sola mano, mientras que con la otra escribe un mensaje de texto en su celular.
Así siguieron rápido, por Alameda de la Federación, hacia el centro ignorando el rojo de los semáforos, frenando de golpe entre los autos y derrapando en la curva de Gardel frente a la Iglesia. Los clientes del bar de la esquina y los automovilistas fueron testigos de la buena suerte que tuvieron.
Fuente: Uno