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El frío disuade a cualquiera de abrir una ventana, pero renovar el aire garantiza, entre otras cosas, evitar las intoxicaciones por monóxido de carbono.
Para pasar el invierno calentitos en la casa no basta sólo con cambiar los burletes o conseguirse una buena frazada, y ahí entra en juego la calefacción del ambiente.
Lo mejor es un artefacto que sea eficiente en su gasto de energía, y si es a gas siempre debe ser instalado por un gasista matriculado.
Pero esa no es la única precaución para mantener los ambientes libres de monóxido de carbono, un gas tóxico producto de la combustión de estufas, calefactores, salamandras y chimeneas.
La Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) recomienda ventilar la casa todos los días aún a pesar del frío, y comprobar que los ambientes tengan ventilación hacia el exterior.
Apenas unos minutos de ventanas abiertas cada día, y una rendija abierta hacia el exterior durante la noche, garantiza que el aire no se vicie.
Si se encienden brasas o llamas de cualquier tipo, lo mejor es no dormir con éstas encendidas sino que hay que apagarlas fuera de la casa. En el caso de las estufas, éstas deben ser de tiro balanceado y también se apagan durante la noche.
Lo recomendable es tener el calefón afuera del baño, por ejemplo, en la cocina, y con su conducto de aire bien limpio.
Bajo ningún concepto es aceptable usar el horno o las hornallas para calefaccionar el ambiente, y hay que evitar dejar recipientes con agua sobre la estufa, cocina u otra fuente de calor.
También hay que evitar encender el grupo electrógeno en un cuarto sin ventilación por el mismo motivo por el que no se debe mantener el motor de un auto encendido adentro de un garage cerrado: recude el oxígeno en cuestión de minutos.
Además de hacer un control anual de las instalaciones de gas y del buen funcionamiento de los artefactos hay que dejar siempre una puerta o ventana entreabierta, tanto de día como de noche.
