“Mi hijo –Luis Miguel Palavecino– de vez en cuando hacía algunas changas, o cortaba pasto, pero lo que necesitaba, ropa o alguna otra cosa, se la comprábamos nosotros, porque también nos ayudaba en los trabajos con los animales o saliendo de pesca con el padre para nuestro consumo. Así es nuestra vida y lo que más me indigna es que encima que lo mataron, se están cubriendo con una mentira”, mencionó la mujer, en diálogo con EL DIARIO.
En este sentido aclaró: “Es mentira que mi hijo se haya adueñado de algunos caballos que no eran de él. Como también es mentira que ahora haya salido de nuestra boca que vamos a vengarnos de quienes lo mataron o de sus familias. Los familiares de ellos se fueron ahora del barrio. Uno vendió la casa y otro la abandonó, pero nosotros no estamos con ánimo de represalias”, dijo Esther.
Según versiones, los que pasaron el domingo en un carro y le dispararon –un mayor y un menor actualmente detenidos– habrían buscado hacer justicia por propia mano tras culpar a Palavecino de hurtar caballos que eran propiedad de un vecino de apellido Bejarano.
Esther contó que “mi marido se culpa por haberle exigido a sus hijos que cuando otros tuvieran problemas con ellos, le contestaran con agresión o respondieran con violencia o con armas. Hoy se recrimina esto porque piensa que si se hubiera defendido, a lo mejor estaría vivo, pero quizá preso. El hijo que me mataron no tenía un solo antecedente policial”, manifestó la madre.
LA DROGA. “La persona que mató a Luis Miguel andaba drogado desde hacía tres días. Lo que pasa es que la Policía ya no puede hacer nada, porque si bardean y los llevan, al rato los obligan a soltarlos. Aquí en Anacleto Medina ya no se puede vivir con las cosas que están pasando. Los remises no quieren entrar, las ambulancias tampoco. Alguien tiene que saber de dónde salen las armas, porque pareciera que les caen de arriba, pasa cualquier cosa y están todos a los tiros y le echan la culpa a la droga, pero lo que uno ve como madre es la cantidad de pastillas que consumen los gurises y eso los pone locos”. Cuando esto pasa, uno siente que en este barrio, donde me crié y donde nacieron mis hijos, la vida ya no vale nada… nada”, analizó.
Finalmente pidió que “no quiero que el asesinato de mi hijo termine en un juicio abreviado. Estuve en Tribunales y me dijeron que era una de las posibilidades. No puede ser que cualquiera mate a otro como se le da la gana y le den un puñadito de años y a la mitad de camino ya lo empiecen a dejar en libertad”.
Demora
Mientras Esther se despedía y comenzaba a retirarse de la Redacción de EL DIARIO, acompañada por una hija y por su nuera, giró sobre sus pasos y pidió disculpas al cronista. “Yo sé que habíamos quedado de encontrarnos a las 17, pero cuando salíamos del barrio se estaban tiroteando y tuvimos que esperar que se calmara la cosa para poder salir. Así vivimos”, remató.
Fuente: Mauricio Antematten para El Diario